Hasta hace bien poco las variables que influían en la salud se movían entre las posibilidades de infectarse o tener un accidente, a lo que el acerbo popular, con muy buen criterio, sumaba la variable de tener dinero; más adelante se añadió el evidente peso de la genética. Pero hoy en día está claro que entre los factores determinantes de salud se nos pasaban por alto algunos sumamente definitivos. Uno de ellos es el género, tanto en enfermedades específicas como en otras de mayor incidencia según el sexo; otro nada desdeñable es lo que los entendidos denominan el efecto código postal, es decir el lugar donde se vive, que es una manifestación de la situación socioeconómica; y aún se puede sumar otro factor nada desdeñable: el nivel formativo como algo cada día de mayor incidencia en el estado general de la salud de una persona.

Y es que solo el 27% de los determinantes de la salud son biológicos y genéticos: el lugar de nacimiento o residencia, el nivel de educación, la red de relaciones, el género e incluso la despoblación son determinantes sociales que, en buena medida, serían evitables con políticas encaminadas a reducir las desigualdades. Factores que, tal y como explica la secretaria de Estado de Sanidad, Silvia Calzón, no marcan genéticamente “la fecha en la que vamos a fallecer o a enfermar, pero sí que van a dar más probabilidades de enfermar o morir antes de la cuenta”.

Recientemente se celebró el seminario Diálogos MSD Inventing for Life: determinantes sociales en salud, organizado por MSD y la Fundación Gaspar Casal, con la idea motriz de analizar cuáles son estos efectos y qué posibilidad de corrección existe. 

Diferencias por género

“Las mujeres vivimos más años, pero en peores condiciones que los varones. Además, todavía tenemos sesgos de género en la atención sanitaria, que es algo a estudiar y también a evitar. Asumimos las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, pero no las diferencias de género por construcción social y los roles que asumimos”, lamenta Silvia Calzón.

Todos los ministros son ministros de Salud, añade, recordando las palabras de la que fuera directora de la OMS, Margaret Chan, y esto es aplicable a toda la administración. “Todos los consejeros y concejales también son ministros de Salud, porque todas las políticas acaban influyendo en la salud de las personas”.

En la esperanza de vida media de la población, las mujeres viven de media 82,9 años, frente a los 77,3 de los varones. Geográficamente, la esperanza de vida al nacer es superior en las comunidades autónomas con mayor PIB per cápita (Madrid, País Vasco, Navarra, Cataluña, Aragón y La Rioja) situadas al norte de la península, mientras que, en algunas comunidades del sur, como Melilla, esta media puede llegar a reducirse hasta en cuatro años. 

¿Qué factores determinan nuestra salud?

En todos los países de Europa los determinantes sociales condicionan la existencia de desigualdades que impactan en los resultados en salud y que podrían ser evitables. 

* Precariedad laboral y habitacional. Se ha observado una asociación positiva entre el empleo precario y la mala salud mental, más pronunciada en mujeres.

* Territorio. Vivir en zonas más despobladas puede suponer dificultades para el acceso a la salud.

* Brecha digital. La pandemia del Covid-19 ha evidenciado la importancia de salvar las diferencias tecnológicas entre los colectivos sociales.

* Cuestiones varias. Destacan etnia, género, estatus migratorio, diversidad sexual, diversidad funcional, estatus educativo…

La pandemia del Covid ha dejado en evidencia cómo las desigualdades inciden en la calidad de la salud, y a pesar de que ante un virus “todos somos igual de vulnerables”, en la realidad no ha sido así y se ha demostrado la correlación entre Covid-19 y un peor nivel socioeconómico.

“El 73% de los determinantes de la salud trascienden la genética de las personas: el 43% están relacionados con estilos de vida, el 19% con las condiciones medioambientales y el 11% con el acceso al sistema sanitario, enfatiza Cristina Nadal, directora ejecutiva de Policy de MSD en España. “Las desigualdades en salud son evitables si trabajamos juntos por una salud no determinada. Estamos convencidos de que éste es un objetivo conjunto y compartido por todos: alcanzar una mayor igualdad en el acceso a la salud de las personas”, sentencia.

Unas cifras reflejadas en el Libro de la Salud del Hospital Clinic de Barcelona y la Fundación BBVA, que a pesar de haber sido publicado en julio de 2007 se mantiene como una de las referencias principales sobre determinantes sociales de salud (DSS) en el Estado.

Hacia la equidad

Hasta hace poco se obviaba la naturaleza socioeconómica de las desigualdades en salud, dimensión reconocida en el último tercio del siglo pasado. “Este hito es lo que da una dimensión moral a estas desigualdades en salud al clasificar a los individuos por su nivel socieconómico”, sostiene la doctora Marisol Rodríguez, para quien entre los colectivos más vulnerables se encuentra la infancia. “Merece especial atención la salud de los niños, al depender en gran medida del nivel socioeconómico de sus padres”. Por eso entre las políticas públicas que se pueden poner en práctica para revertir las inequidades en salud, destaca “aquellas que proporcionen una cierta seguridad económica, faciliten el acceso a la vivienda y protejan a la infancia”.

El epidemiólogo Manuel Franco destaca que los “determinantes sociales en salud (DSS) son un área de interés académico, docente y de investigación en auge, en parte debido a la llegada de la pandemia de Covid-19, donde quedó de manifiesto que la incidencia aumentaba en segmentos poblacionales con menor renta, menor formación académica y unas peores condiciones habitacionales”.

Por su parte, el catedrático de Salud Pública, José Ramón Banegas, subraya que “a pesar de que las políticas han avanzado en España, el potencial de mejora sigue siendo todavía inmenso y desafiante en especial para los colectivos migrantes y LGBTI”. Banegas, al igual que el epidemiólogo, asegura que “la población más desfavorecida fuma más y lo deja menos”, incurriendo en mayores factores de riesgo, y por lo tanto en más morbilidades.

En el Seminario no se olvidó la perspectiva del paciente, en la que se centró la mesa Por una vida no determinada, en la que participaron Manuel Arellano, vicepresidente de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP), y Belén Fernández, responsable del Observatorio de la AECC para concienciar de cómo los determinantes socioeconómicos pueden hacer que un enfermo viva peor su enfermedad. Fernández indicó que en los pacientes con cáncer, “las personas más vulnerables tienen una mayor probabilidad de ser diagnosticadas en etapas más tardías de la dolencia, dado que no disponen de información sobre factores de riesgo y no participan en los programas de cribado. Además, tienen mayores dificultades para hacer frente a los costes directos e indirectos derivados de los tratamientos”.