La pareja se conoció en el restaurante Ikea de Gasteiz, para después pasar en distintas fases por la Bodega Donostiarra, ese lugar de éxito donde se ligan las masas humanas locales y foráneas en busca de pintxos y raciones muy bien ejecutadas con la gerencia de Miguel Montorio, que abre esta vez en la misma calle Peña y Goñi pero con un establecimiento más txiki y otro concepto más dedicado al detalle, pero esta vez en mesa. Ahora, con esa inquietud de seguir creciendo, abre en frente de la casa matriz, con una cocina muy clara, en la que Iñaki se explaya con lo que siempre ha querido hacer con una bodega distinta, bien acertada.

Iñaki formó parte de la primera promoción de la escuela de Hostelería Oñati, el primer centro de esa especialidad que creara Mondargon Unibertsitatea, antes del Basque Culinary Center, en donde ha pasado casi un lustro. Ahora, deja atrás su paso como formador, para adentrarse en lo que más le gusta, cocinar. 

El comedor lo dirige Izaskun, mola la decoración con cuerdas de barco colgadas del techo con un look atractivo y un ticket medio más que correcto, y con un medio show en el que se pueden ver las elaboraciones.

Iñaki Moya, nuestro anfitrión A.Z

La carta ofrece un formato abierto, donde el cliente puede elegir de LaMasrika o Lamasdulce en deleites como la Oreja de cochinillo crujiente, Gamba blanca de Huelva o la versión propia de la bodega como es uno de los pintxos rey llamado Indurain, así como Sopa de pescado de la casa, Arroz cremoso de salmonete o el Corazón de txuleta Premium con lingote de pimiento verde.

Nosotros comenzamos con la txistorra de txangurro en una versión 2.0. Una transformación tradicional creada por Moya en la bodega, que en la Lamaskerida se degusta troceada, y el aporte de un sabroso caldo de cebolla y de unas habas.

Txistorra de txangurro A.Z

Seguimos por una acertada Ensaladilla con trufa rallada, equilibrada sin toque ácidos, que coman el sabor de los productos. Las Kokotxas que tan difícil son de encontrar en su tamaño apropiado vienen acompañadas con papada, una original combinación, que las asa en una parrilla japonesa. Con un ravioli de rabo, sabroso y abundante, acabamos la parte salada para terminar con una Tarta de manzana con helado de violeta que fortalece el sabor. Para otro día, nos queda probar el plátano, miel y cerveza en un local que puede ser la sensación invernal de la city.

Ravioli con Mascarpone y trufa. A.Z