EL incendio de la discoteca de la movida madrileña Alcalá 20 en el invierno de 1983 hizo cambiar todas las medidas de seguridad de los locales de ocio. La tragedia del estadio de Heysel de la final de la Copa de Europa de 1985 produjo el mismo efecto en los estadios de fútbol. Parece como si en Pamplona estuviéramos esperando a tener nuestro día para la historia de las fechas trágicas para cambiar el formato de los Encierros en San Fermín. Creo que estamos llegando al límite, hace tiempo que los Sanfermines dejaron de ser unas fiestas de Pamplona para convertirse en unas fiestas en Pamplona al estilo de las vacaciones baratas todo incluido de Mallorca, pero con un Encierro de toros, y eso bien merece cuando menos una reflexión.
Según parece, se han calculado en 1.500 las personas que cada día pueden estar en los 846 metros de longitud del recorrido en condiciones adecuadas de seguridad y espacio, lo que supone que en todos los Sanfermines existen hasta 12.000 plazas para poder correr alguno de los 8 Encierros. Repartámoslas pues. Hablemos con las peñas, con asociaciones de corredores de Encierros, con la agencias de viajes, con la prensa especializada... Creemos 12.000 entradas con tarjetas nominales previa solicitud de las mismas, con el día y número de corredor correspondiente y varios puntos de acceso donde se contabilizen y comprueben informáticamente desde una hora antes del Encierro, como las tarjetas de embarque de los aviones. Vendámoslas al precio coste más el que suponga asegurar a las personas que las compren de modo que los gastos sanitarios no corran a cargo del erario público. Sancionemos a aquellos portales que se utilicen como entradas ilegales y a toda persona que acceda por otros puntos. Que aquellas que sean atendidas en el Encierro, y no tengan entrada, asuman el coste de su atención sanitaria. Y, ya de paso, aprovechando el tirón, oficialicemos que la indumentaria para correr sea blanca con pañuelo rojo y así crearemos un espectáculo digno de ver.
Quizá entonces sin tanto pata ignorante de la fiesta ni tanto divino buscando foto a codazos y empujones, existan más sitios para los que únicamente queremos (queríamos en mi caso) disfrutar del momento mágico, casi místico, que supone correr un Encierro de toros bravos: los gritos de la gente que poco a poco dejas de oír y que se difuminan en el ambiente; el taconeo del galopar de los toros por la calle y el tañer de los cencerros de los cabestros cada vez más cerca; la adrenalina a punto de estallar mientras te dejas alcanzar por la manada; sentir la respiración del toro a tu espalda en ese momento eterno en que le aguantas unos metros; y oír el bufido final de la embestida que hace que te apartes en el instante en que el cuerno está a punto de rozar tu camisa... Esa sensación queda para siempre dentro de ti y muchos de los que cada día se agolpan en el recorrido ni la buscan, ni la sienten, ni la entienden.
Rafael Díez de Arizaleta Elduaien