Olas de calor, sequías y otros fenómenos extremos cada vez más intensos y frecuentes, es el futuro que les espera a los agricultores españoles por el cambio climático, que ya ha empezado a causar estragos y obliga a repensar las estrategias de adaptación y mitigación.

Si tenemos en cuenta el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPCC), elaborado por 234 autores de 66 países, éste deja claro que el cambio climático está ocurriendo y está causado de forma “inequívoca” por la actividad humana.

Tras evaluar su impacto en variables como temperaturas y precipitaciones o en relación con fenómenos extremos como las sequías, los incendios o la elevación del nivel del mar bajo distintos escenarios, los científicos apuntan que todas las regiones del planeta se están viendo afectadas.

Uno de los puntos calientes a nivel global es el Mediterráneo, donde los efectos se están manifestando “de manera más evidente y con mayor certeza”, sobre todo por el aumento de las olas de calor y una disminución del agua disponible en suelo para la agricultura y la ecología, entre otros efectos.

En este contexto, el investigador Francisco Doblas-Reyes, que ha participado en la elaboración del informe, cita igualmente el crecimiento del nivel del mar, que impactará en la agricultura de las zonas costeras durante siglos o milenios en función de la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero liberadas a la atmósfera.

En declaraciones a Efeagro, el también director de Ciencias de la Tierra del Centro Nacional de Supercomputación considera importante tomar en cuenta la elección del escenario que la sociedad quiere tener a final de siglo para saber “cuáles son los daños que está dispuesta a aceptar y cuáles no”.

Para limitar más o menos el nivel de calentamiento habrá que reducir las emisiones de un modo “más o menos agresivo”, pero la disminución es “inevitable y tiene que ser a gran escala, rápida y sostenida”, argumenta Doblas-Reyes.

En paralelo, serán necesarios esfuerzos de adaptación a los cambios, a sabiendas de que la estrategia más adecuada “va a depender también de la evolución de las emisiones” y deberá ser “asequible y contar con las necesidades de cada sector vulnerable, como pueda ser la agricultura”.

“La pregunta es hasta dónde queremos llegar y eso está en manos de la sociedad y no del individuo. Cada agricultor a título individual bastante hace con poder mantener su negocio y seguir viviendo”, destaca el experto.

Según el IPCC, no será igual un mundo en el que una sequía agrícola ocurra probablemente dos veces cada diez años si la subida de las temperaturas se eleva 1,5 grados centígrados a que suceda hasta cuatro veces si asciende 4 grados. Antes, la frecuencia de este tipo de fenómenos se limitaba a una vez por década.

Otra conclusión que recoge el informe sobre el futuro que les espera a los agricultores es que la proporción de emisiones de dióxido de carbono que absorben los sumideros de carbono terrestres y oceánicos es menor en los escenarios con mayores emisiones acumuladas de CO2.

Esto significa que los sumideros tienen una capacidad limitada y no podrán retirar suficiente dióxido de carbono, por lo que las concentraciones de gases contaminantes en la atmósfera crecerán.

La especialista de la fundación Global Nature Vanessa Sánchez insiste en la necesidad de reducir las emisiones, incluyendo las acciones del sector primario, “que puede mitigar bastante su huella y va a tener que adaptarse”.

Así, por ejemplo, conservar los suelos contribuirá a la captura de carbono, al tiempo que ayudará a los agricultores a mantener mejor la poca agua que caiga para sus cultivos y evitar la erosión en caso de lluvias intensas.

En el Mediterráneo también está previsto que disminuyan las precipitaciones y que, con las mayores temperaturas, aumente la evapotranspiración (la pérdida de humedad de una superficie por evaporación directa junto a la de agua por transpiración de las plantas), lo que reducirá el agua disponible en la agricultura.

Es así que “España debería hacer un esfuerzo por planificar bien el uso del agua para asegurar los rendimientos. Sería más acertado olvidarse de regadíos absurdos y usar ese agua para cultivos de secano que necesitarán riegos suplementarios”, afirma Sánchez ante el futuro que les espera a los agricultores.

Además, recalca que habrá que poner en marcha otras medidas como la sustitución de cultivos, con variedades mejor adaptadas al calor y al clima, e incluso adelantar las fechas de siembra con vistas a evitar los peores efectos de las olas de calor. Está claro que los que directamente o indirectamente nos dedicamos a la producción de alimentos tenemos un intenso trabajo por hacer.