Asistimos a la nueva normalidad del osasunismo: una asamblea rápida y sin contestación y un equipo con 20 puntos en el zurrón y en puestos que entregan billete a Europa. No hay debate o eso parece. La gestión en los despachos y en el terreno de juego va de la mano a la hora de sacar adelante los partidos y las partidas. El fútbol vive sumido en profundos problemas, Osasuna no. O si los tiene los aminora con el buen manejo de los grupos: del que debe opinar y del que tiene que competir. Por un lado, la junta directiva conformó una nómina de compromisarios afines casi en un cien por cien a sus tesis lo que le permite obtener el visto bueno a sus proyectos; por el otro, el entrenador dispone de una plantilla heterogénea que le brinda recursos para adaptar el mejor equipo para cada compromiso y obtener el rendimiento deseado. La clave de este club ahora mismo pasa por tenerlo todo controlado. Que ningún detalle quede al margen del ojo escrutador. Es una labor de años, de no dar una puntada sin hilo. También una cuestión de confianza en la elección de a quién se confía el liderazgo de los proyectos. En este caso, Luis Sabalza ha tenido claro a quien elegir en el campo y en los despachos. La palabra improvisación no cabe ahora mismo en el diccionario de Osasuna. El socio llega a las asambleas con todo masticado: las consignas están claras y el apoyo a la dirección no tiene fisuras. No digo que los asambleístas voten lo que les ordenan, solo que todos son del mismo pensamiento. Los resultados apabullantes registrados ayer así lo confirman una vez más. En el terreno de juego no es tan sencillo repetir esa estrategia, entre otras cosas porque enfrente hay un contrincante que, por principio, busca siempre ponerte en apuros, hacerte caer en contradicciones tácticas. Pero incluso en situaciones así, la preparación del partido y el compromiso (palabra vinculada a compromisario) de los futbolistas concluyen también en una victoria aplastante como la de ayer.

Lo que quiero plantear es si este control, sobre todo el realizado sobre la representación de la masa social, es bueno para la salud interna del club. Ayer, por primera vez en muchos años, no hubo intervenciones de los socios en ruegos y preguntas. Nadie subió al estrado para plantear objeciones, críticas o poner alguna inquietud sobre la mesa. ¿Con las incidencias que ha tenido Osasuna desde la última asamblea, no había nada que preguntar? ¿Ni algo tan recurrente en cada cita como el sueldo del director general? Los que tenían que hablar a favor ya lo hicieron en las votaciones. Entiendo la satisfacción de los dirigentes al recibir el apoyo a sus planes, pero es un error no escuchar a la minoría que no tiene voz ni representación, no darles su espacio, enmudecer esa fuente de un debate que siempre es constructivo. Un exceso de control conduce al autoritarismo.

Me atrevería a sugerir a los dirigentes que imitaran a Jagoba Arrasate: consigue que todo el mundo aporte y se sienta útil. Cambia la mitad de la alineación, da su espacio a la cantera, minutos a los que puedan quejarse como Budimir y visibilidad a los infrautilizados como Roberto Torres. Control de la plantilla, excelentes resultados y la afición entregada al equipo y al proyecto. Asumiendo la autocrítica en primera persona. Y, a la hora de sacar las cuentas, con superávit de puntos.