UPN ha entrado de lleno en campaña electoral. En realidad lleva varios meses centrado en ella e incluso ha insertado ya propaganda en las marquesinas de las villavesas y se ha gastado una pasta en encargar encuestas para ver cómo atisba el horizonte. Si tenemos en cuenta que es el único partido del arco parlamentario sin apenas influencia en la gobernabilidad de Navarra, es hasta cierto punto lógico que la formación regionalista tenga puestas ya todas sus energías en los comicios de mayo.

Menos comprensible es, sin embargo, que su candidato haya elegido un discurso centrado casi de forma exclusiva en EH Bildu. Un auténtico chollo para la formación abertzale, a la que Javier Esparza le está regalando continuos spots publicitarios en los que pone en valor la capacidad para alcanzar acuerdos de quien pretende criticar.

Por el contrario, su insistencia en apuntar machaconamente hacia EH Bildu –el miércoles hubo quien contó 50 menciones del presidente de UPN durante su intervención en un foro radiofónico–, no hace sino ocultar su propio proyecto. Quizá esto responda a que no tiene nada que vender para engatusar a la ciudadanía alguien sobradamente conocido. No en vano, participó como consejero en los tres últimos años del penoso Gobierno de Barcina –el de los recortes masivos sin conseguir ver aprobado un solo presupuesto– y está a punto de culminar la segunda legislatura en la oposición con aportaciones desde la tribuna de escasísimo valor. Casi ocho años en los que su incapacidad para acordar con otros grupos ha sido manifiesta y que se apresura a cerrar discutiendo con los que han sido sus aliados. Quien se ha hartado de contarnos que Navarra Suma era poco menos que la piedra filosofal de la política se dispone a dinamitar hoy la entente que firmó hace tres años y medio con Ciudadanos –al que deja tirado como una colilla– y PP –su histórico aliado–. Y mientras tanto, el responsable de la demolición de la unión de las derechas sigue hablando más de Bildu que de su proyecto.