Conforme avanza la instrucción judicial sobre el caso Milena la oscuridad es mayor. Porque sigue faltando información esencial sobre la muerte de esta chica y por la truculencia de lo que va apareciendo. Un informático de 53 años con una enfermedad terminal y una habitación pequeña que se cierra con candado. Una habitación destinada a prácticas sexuales con disfraces, un altar dedicado a una de las chicas con las que llegaba a acuerdos, dinero o regalos a cambio de sexo y una cama. Una chica muerta sobre esa cama con marcas de golpes y de asfixia. Un cadáver hallado días después de que el presunto asesino, el que había llegado a un acuerdo con ella, se suicidara en ese piso. Un cadáver que personas relacionadas con el presunto asesino aseguraron haber confundido con una muñeca hinchable al abrir el candado de esa habitación para volverlo a cerrar. Es una historia de horror absoluto que revuelve estómagos y remueve cimientos. Porque también incluye otra historia. Prostitución tradicional, aprovechamiento de la ventaja económica, acuerdo libre... Las palabras que empleamos son fundamentales, crean realidades y les confieren un tono u otro. Un sugar daddy que contrata a una sugar baby. ‘Sugar’ suaviza, infantiliza y dulcifica, envuelve en azúcar glas la figura del ‘daddy’, un papito. Para serlo es necesario tener una cuenta corriente desahogada. Algunas aplicaciones de contactos exigen un mínimo de 150.000 euros. Sugar baby. Una bebé, una chica que ronda los 20 años. El papito ofrece su dinero. La bebé, su cuerpo. Rich meet beautiful se llama una de estas apps. Encuentro entre ricos y bellas. ¿Se ofrecen también mamitas y bebesitos? Sí, aunque ese tráfico es ultraminoritario. El acuerdo funciona entre el hombre que tiene el power que otorga el dinero y la chica que tiene el power que da la belleza a los 20. En estas aplicaciones se ofrecen consejos a bebesitas del tipo ‘cómo decirle a tu sugar daddy lo que quieres’. Un Louis Vuitton. Un spa exclusivo. Consumismo aspiracional, clases sociales, jerarquía, género, mercancía. No sé si estos acuerdos son tan libres.
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