Apenas quedan cinco días para que comience la campaña electoral del 28 de mayo tras semanas de precampaña con una ciudadanía navarra aún poco atenta al intercambio de mensajes de los partidos. No creo que se trate de una situación de desmovilización ni tampoco de desinterés hacia la política foral. Al menos no en mayor medida que en citas anteriores. Otra cosa es que la sociedad navarra ha estado y estará unos días más dedicada en cuerpo y alma a la final de una Copa con billete de vuelta a Pamplona.

Es dificil para esta política actual en la que los mensajes que se envían a la sociedad están diseñados de antemano por laboratorios de comunicación –que muchas veces derivan en ocurrencias ridículas–, poder competir por la atención social de los navarros y navarras cuando el estado de ánimo colectivo de este pueblo tiene su alma con Osasuna. Aún así, los prolegómenos dejan pistas como que Esparza vuelve a tener tan difícil el Gobierno como Asirón la alcaldía de Iruña. Creo que se equivocan en esa vieja táctica de alimentarse unos a otros desde los extremos.

Por lo demás, hasta ahora ha sido más un intercambio de propagandas para tantear la temperatura anímica de los adversarios, sin desvelar todas las cartas que llevan en sus manos, que un despliegue de las estrategias y propuestas que ofrecerán a la sociedad navarra como prioridades para los próximos cuatro años. Quizá ocurre también que una impresión social positiva del presente de Navarra sea el estado mayoritario de la opinión pública ante estas elecciones. Que aún con los problemas, dilemas y preocupaciones evidentes que arrastra nuestra calidad de vida, este pequeño espacio de convivencia ofrece percepciones de estabilidad y normalidad, e incluso de fortalezas y capacidades propias, por encima de otros territorios cercanos o lejanos para seguir intentando poner a las personas, sus necesidades y oportunidades en primer lugar.

Es real que la sociedad navarra no traslada una necesidad imperiosa de impulsar en las urnas un cambio radical de rumbo político. Tampoco lo hacen las encuestas publicadas, que apuntan a un consolidación de los espacios socioelectorales en Navarra, de la fortaleza de su pluralidad y de la progresiva influencia de las inquietudes de las nuevas generaciones en un marco alejado de la crispación inútil y la confrontación tabernaria. Aunque es cierto que al fondo de la tarima siguen en segundo plano actuando los nostálgicos del viejo régimen, aquellos que medraron económica, política y profesionalmente de aquel chiringuito al servicio de los mismos poderes fácticos conservadores de siempre.

Por todo ello, la pugna partidista parece librarse más en cada espectro político entre sí que en la posibilidad de un cambio político real de la correlación de fuerzas en las instituciones. UPN y PP pelean a destajo y sin piedad por cada papelta que antes sumaban juntos, mientras que Vox y Ciudadanos sueñan con aprovechar el desencanto de esas aguas revueltas. Y en el ala progresista, mayoritaria, cada partido maneja sus cartas pensando en la mejor posición posible para la negociación de Gobierno y ayuntamientos que se pueda abrir el 29 de mayo. Ese tiempo empese presenta políticamente más interesante que la campaña oficial. Y quizá más largo. Llegará y veremos.

Hoy toca recibir la Copa.