“Estamos a dos telediarios de que nos persigan por hablar en español en los pasillos del Congreso, como hacen los nacionalistas con los niños en los colegios. No debemos permitir que nos quiten algo que es patrimonio de todos y nos une a todos”. Estas palabras no son de un parroquiano echando un tiento a una copa de Torres 10 en un bar, ni del más extremista de los extremistas diputados de Vox, ni de alguien que ha perdido el oremus intoxicado por lo peor de las ondas y los medios de comunicación. Son palabras –escritas en la red social Twitter– de Carlos García Adanero, antaño -durante más de 30 años- político de UPN y actualmente concejal del PPN en Pamplona y elegido diputado por Madrid para las Cortes. Es, ya perdonarán, aberrante que un representante público al que se le supone inteligencia, experiencia y un supuesto ánimo de construir una sociedad mejor sea capaz de expulsar por los dedos esta clase de sandeces, aun cuando es francamente difícil que puedas creer que lo piense de verdad. O precisamente porque personalmente creo que García Adanero no cree una sola palabra de lo que escribió y que esta –como otras muchas declaraciones– no es sola otra más de las barbaridades que desde el equipo de comunicación del PP les han indicado que ejecuten en un camino de oposición política plagado de enconamiento, mentiras y llamadas a saber qué. Perseguidos por hablar el español, que lo van a quitar… Vamos, es de juzgado de guardia que el amigo tránsfuga haya optado por la vía más patética de las que existen a la hora de hacer política, rebajándola, ya digo, al nivel de la barra de bar, con todos los respetos a la barra de bar. Esconde, eso sí –y sin esconderlo mucho– lo que es de sobra sabido: a muchos autodeclarados españoles y muy españoles las lenguas de España les molestan, irritan, sobran y si pudieran las enterraban para siempre. Esto es así. En Madrid y aquí.
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