Ninguna aportación en la última sesión de investidura de Alberto Núñez-Feijóo. Solo la foto de un fracaso y una dilación absurda. Los jugadores de esta partida encaran la próxima pantalla, que es la voluntad de Pedro Sánchez de gobernar cuatro años más o constatar la imposibilidad de hacerlo y volver a las urnas. El momento es de incertidumbre aunque desde las filas del PSOE y el entorno del presidente en funciones se insista en la plena confianza de que Sánchez exhibirá una mayoría suficiente cuando llegue el momento. La advertencia explícita la han hecho con claridad el portavoz del Grupo Vasco en el Congreso, Aitor Esteban, y el propio lehendakari Iñigo Urkullu. El camino está por desbrozar y el líder socialista se equivocará si cree que no tiene que moverse con agilidad en una negociación sustanciosa con los posibles socios que no han decantado su respaldo –fundamentalmente PNV y JxCat– y que será reelegido por decantación: por el temor a la alternativa. De momento, su primer cálculo puede no haber sido acertado. La presunción de que el tiempo de escenografía estéril de Feijóo le beneficiaba tendría sentido si hubiera aprovechado para asentar una base de acuerdo suficiente con el soberanismo vasco y catalán. En su ausencia, la percepción más tangible es que los términos del acercamiento táctico entre ERC y JxCat le suponen más un dolor de cabeza que una vía de estabilidad. En este caso, la declaración parlamentaria que fija el objetivo del referéndum para medir la posibilidad de investir a Sánchez será todo lo vaga o todo lo insalvable que decida el propio candidato socialista. Fruto de una estrategia defensiva –que ninguno saque rédito a costa del otro del éxito o el fracaso del diálogo con Sánchez– o temeraria –todo o nada en el marco de su propio pulso–, la postura de los partidos catalanes ofrece al líder socialista la tentación de manejar unos nuevos comicios. Al discurso reforzado del deslizamiento del PP hacia la ultraderecha sumaría el de su presunta responsabilidad de no ceder al soberanismo periférico, habida cuenta de que es ese el discurso en el que sitúa Sánchez un caudal de voto socialista por activar. En todo caso, le toca moverse y hacerlo con más claridad de ideas que hasta la fecha para despejar, con un acuerdo de legislatura, no de investidura, las inestabilidades actuales, entre las que no es menor seguir dilatando un tiempo precioso.