Un compendio del insulto como única capacidad de construir un discurso político: terroristas, miserables, traidores, trileros, nazis, escoria... Son algunas de las perlas que ha soltado Esparza como respuesta a la moción de censura que recupera Pamplona para la mayoría progresista con Asirón como alcalde. Se puede entender el enfado y el desencanto de Ibarrola y de UPN, pero nada justifica tan poca densidad política y reflexión táctica en la respuesta. Nada justifica tener que aguantar ese tono en la política . No es nuevo, pero va a peor. El comodín del cadáver de ETA es una constante en las declaraciones de Esparza desde que UPN perdiera el Gobierno en 2015 cuando Uxue Barkos llegó a la presidencia, aunque el insulto tiene ahora más ganancia mediática.

La referencia absurda al nazismo alemán ya fue utilizada entonces por Barcina a la desesperada para tratar de evitar lo inevitable, la salida de UPN del Gobierno y de buena parte de los ayuntamientos navarros. No voy a ser yo quien descargue peso de la mochila histórica que porta EH Bildu en su evolución política, pero es inaceptable incluir en esos insultos y en ese señalamiento generalizado a las decenas de miles de pamploneses y pamplonesas que votaron esas siglas o al resto de partidos navarros que han acordado ahora un cambio en el Ayuntamiento de Pamplona.

Es inaceptable política, social y democráticamente. Refleja en UPN un concepto muy pobre de la democracia cuando toca perder. Además de que es un esfuerzo inútil que solo agranda la incapacidad de quien expone sus carencias políticas así en público. Instalar en Navarra la política de la crispación que campa en Madrid ha sido una obsesión de algunos sectores de las derechas durante los últimos años, pero la realidad es que sus resultados han sido ninguno. Que UPN se haya atado a la senda marcada desde el PP y la ultraderecha de Vox solo muestra más claramente que es en sus errores de ubicación donde anidan sus problemas para influir en la política navarra.

Se queja Esparza de que la mayoría progresista y democrática les excluye de las instituciones, pero no mira hacia sí mismo, hacia la trayectoria de UPN sumando una ensalada de alianzas y rupturas confusas con partidos como el PP, que ahora busca situarse en su lugar como referencia conservadora en Navarra –Feijóo ya viene a Iruña el domingo a acaparar la atención–, como Ciudadanos, antiforal, cuando aún pintaba algo o ahora con Vox –que acumula en su programa electoral una sucesión de medidas contrarias a la personalidad propia de Navarra–, en la única localidad, en San Adrián, donde ha podido hacerlo.

No es exclusión del resto, es que UPN ha caminado hacia al autoaislamiento. Y las declaraciones de estos días, las que lleva haciendo en Madrid desde las últimas elecciones y decisiones como romper con todos los partidos que apoyan la moción, romper con el PSN en aquellos municipios donde aún gobierna gracias a sus votos o abandonar la Federación de Municipios solo le apuntalan aún más en la soledad de ese rincón. No sé si el relevo en Iruña será bueno para la ciudad, pero la inacción actual era insostenible y eso lo saben todos los ciudadanos, incluidos los votantes de UPN. Y si sé que el camino que recorre UPN es un viaje a ningún sitio que tenga algo que ver con la Navarra real de hoy, con las nuevas generaciones y con sus necesidades como sociedad.