Los tractores en los accesos a Pamplona y en carreteras de la Zona Media, Tierra Estella y la Ribera pretendió reivindicar el respeto al mundo rural además de resaltar el estado de enfado que acumula el sector primario en Navarra. Las movilizaciones, que coinciden con protestas similares en el resto del Estado y en varios países de la Unión Europea como Francia, Alemania, Austria, Polonia o Países Bajos, trata de poner en valor también la figura de las personas que trabajan en la agricultura y la ganadería como profesionales necesarios en la sociedad: los que nos dan de comer. Unos 800 tractores ocuparon diversas vías por toda Navarra y secundaron una protesta impulsada al margen de los sindicatos UAGN y EHNE y las cooperativas de UCAN –que preparan su propia movilización–, convocados por diversas plataformas a través de las redes sociales. En la convocatoria, reivindicaciones históricas de los agricultores y ganaderos navarros: unos precios justos de intermediarios, distribución y grandes superficies para lograr un reparto equitativo de la riqueza y medidas para cumplir la Ley de la Cadena Alimentaria que prohíbe vender por debajo del coste y cobrar menos de lo que se ha pagado. También limitar la burocracia administrativa que exige la UE a los productos para su comercialización y poner fin a la competencia desleal que impulsan los acuerdos de libre comercio de la globalización neoliberal con la importación de productos de alimentación de países que no están obligados a cumplir con los requisitos que exige la normativa europea, al dictado de los lobbies alimentarios de las grandes corporaciones, a la producción agrícola y ganadera de la UE. Si aprieta la globalización y la manipulación agroalimentaria de los mercados, habrá que idear fórmulas para competir con justicia en ese escenario. Entre todas las convocatorias hay plataformas diferentes y algunas de ellas incluyen entre las coles de sus reivindicaciones lechugas de claro interés político partidista. Exigencias como disminuir las legislaciones sobre protección medioambiental para hacer frente al cambio climático o de protección de las especies amenazadas e incluso cambiar la ley electoral, en sintonía con los discursos de la derecha más extrema y la ultraderecha. Esos planteamientos estaban también ahí, aunque los protagonistas de las concentraciones en Navarra se centraron en mostrar un enfado colectivo, defender demandas de un sector esencial que mantiene vivos nuestros pueblos y tierras y reclamar medidas ante el aumento de costes y la bajada de los precios que perciben por sus productos. Lo cierto es que agricultura y ganadería juegan un papel clave en la vida del espacio social rural y la cohesión territorial. El progresivo abandono de la actividad por las nuevas generaciones es una mala noticia para toda la sociedad, más aún en un territorio como Navarra, donde de la despoblación y envejecimiento de las áreas rurales se pueden prever desastrosas consecuencias para el conjunto del espacio socioeconómico foral. Solo que los peligros no se encuentran en Navarra, sino en otros ámbitos donde los alimentos ya no se consideran un bien imprescindible para vivir, sino solo un simple negocio que mueve miles de millones de euros. Como el agua o la energía o la vivienda, etcétera. O la vida.
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