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A la contra

Jorge Nagore

Qué felicidad

Qué felicidadJavier Bergasa

Lo bueno que tiene el calor es que te recuerda claramente a cuando eras niño, a cuando por fin te podías ir quitando ropas y abrigos pesaos y pasar un montón de días en bañador y en cangrejeras hasta que se te quedaban las marcas del moreno en los pies y las noches eran cortas y las tardes un montón de largas.

Hay gente a la que le gusta el frío y que no soporta el calor, físicamente, y yo les comprendo, pero a nivel de situación vital son incomparables. Dígame usted si objetivamente es mejor estar en una terraza a 30 grados a la sombra tomando algo o estar en esa misma terraza a 8 grados y con norte, con los huevos como canicas y un viento helado de esos que te sacude los huesos hasta meterte un frío por el cuerpo que no te lo sacas en casa ni en tres horas.

Sí, el calor cuando viene de golpe, cuando pasas de 16 a 32 en dos días, es como un sopapo en toda la cara, pero cuando se instala unos días y te deja dormir y puedes ir con camiseta por la calle y con chanclas y enseñando las garrillas al vecindario es una gloria bendita, no me vayas a comparar la alegría de ese cuerpo blancurrio que la del que va embutido en setenta prendas en febrero. Claro, no hablo de lo que nos avisa Aemet que igual viene, que sería un verano extremadamente caluroso y muy seco. No, eso, no, hablo de un término medio, puesto que hasta hace dos o tres días junio iba un par de grados por debajo de lo normal y anuncian que el fin de semana volverá la lluvia y caerán 10 o más grados las máximas y todo esto del sube y baja que nos desquicia.

Ni una cosa ni la otra, ni 40 grados ni 17, hombre, un asunto entre los 28 y los 32 y que refresque para dormir y ya puestos a pedir que llueva un día o dos por semana y a ser posible de noche. Y ese pegarte todo el día de chapuzón en chapuzón y luego caer rendido en la cama sabiendo que al día siguiente más. Qué felicidad aquella joder.