Todo lo que está sucediendo con la ELA –me refiero al reciente acuerdo político para impulsar sin más demoras la ley–, toda la visibilidad que ahora tiene esta cruel enfermedad, es la consecuencia de la lucha incansable durante años de muchas familias y afectados.

Pero estas causas a las que les cuesta adquirir resonancia pública necesitan siempre de alguien que, por su relevancia social, sea capaz de atraer la atención de micrófonos y de cámaras. Es lo que ha pasado con la implicación del exfutbolista Juan Carlos Unzué casi desde el mismo momento que fue diagnosticado. Sin restar un ápice al trabajo de asociaciones y colectivos, la determinación con la que Unzué tomó la bandera de los enfermos, su facilidad para comunicar y hacer empatizar, su presencia incansable en todas las tribunas que reclaman su presencia y sus demoledores tirones de orejas a la clase política por demorar una ley a quienes luchan contra el tiempo, han sido claves.

Unzué no solo ha sembrado compromiso y sensibilidad entre la gente: en todas sus intervenciones y entrevistas va dejando lecciones de vida. En su permanente combate contra la ELA, repite una frase testimonial: “Hay que celebrar la vida siempre”. Tomo nota.