Casi un año desde el intento de investidura de Feijóo, el hombre que ha perdido contornos centristas y se ha vuelto entre ansioso e insustancial. Feijóo lidera el partido más votado, pero de momento no cuenta con los vasos comunicantes para armar una alternativa. No le queda otra que chupar banquillo, pero teme apelmazarse en la oposición y volverse anodino. El presidente del PP se muestra lastrado, engullido por el aparataje de la derecha madrileña. La trazabilidad de su liderazgo parte de una caída lúgubre. Su despacho en Génova se levantó sobre el columbario de Casado, y esa carga no es menor. Las cenizas políticas del malogrado exdirigente recuerdan a Feijóo lo lacerante que puede resultar un paso interno mal calculado. A Casado se lo llevó por delante Ayuso. La llegada del gallego fue parte del siniestro que segó la vida política de su predecesor. El recambio se engendró con punzante frialdad, y Casado comprendió que perdía el pulso. Resultó feo y humillante, más que una oblea fue un pan de molde para el finado, y una sacudida para el partido de las que arrastran consecuencias. Como los traumas sepultados bajo el silencio, pero esquivos al olvido. Casado se comía el mundo a bocados, se había dejado barba para parecer más curtido. Pero su carrera fue casi tan fulgurante como su combustión. Casi lo contrario a la de Feijóo, mucho más madurada, aunque con pecado original. Laureado en Galicia, su estilo aportaba fragancias centristas, pero en Madrid ha perdido ese perfume. Voluntarioso pero errático, Feijóo sufre un pegajoso marcaje por parte de Ayuso. La presidenta de la Comunidad de Madrid, siempre en pista con su lanzallamas, señala y acota el camino a Feijóo, y de de este modo lo vuelve más endeble. El PP madrileño no acepta requiebros. Quiere una Génova alejada de la moderación y de cualquier planteamiento que cuestione el gran Madrid o el Estado radial. En su día Aguirre amagó con moverle del asiento Rajoy, pero este aguantó. Feijóo trata de no molestar a Ayuso, al tiempo que anhela a Junts y PNV, mientras Junts, en su propia verbena, amaga con estrangular a Sánchez.

La vida política de Casado fue segada tras el impacto con Ayuso. Sus cenizas recuerdan a Feijóo lo lacerante que puede resultar un paso mal calculado

Tres apellidos complican el futuro de Feijóo. Sánchez, quebradero de cabeza del derechismo. Ayuso, bastión de la derecha madrileña, y Abascal, la apuesta vigente de la España reaccionaria. ¿Cuál es el más peligroso de los tres para las aspiraciones del gallego? El tiempo lo dirá, pero el efecto lima que genera Ayuso en la imagen de Feijóo no es desdeñable. Sánchez, el adversario a batir, líder infatigable y actor rutilante, aprendió en carne propia que la política es implacable, y de aquella lección sacó una maestría.

Feijóo tiene sus opciones. Ostenta un potente apoyo de cara a otro intento. Los medios afines le pueden favorecer minando a Vox, para que D´Hondt haga su magia, pero hay tres problemas. El primero, el extravío de Feijóo, que quiere sonar a Merkel y recordar a Meloni. El segundo, el constante catecumenado de Ayuso, que atrae a a feligreses de Vox. Y el tercero, la guardia pretoriana del propio Feijóo.

Es curioso. Con la excepción del extremeño Hernández Mancha, al mando del PP han alternado dos almas, la gallega y la de raíz castellana. De Fraga a Aznar (madrileño que presidió la Junta de Castilla y León). De Aznar a Rajoy, de Rajoy al palentino Casado, y de Casado a Feijóo. Las Generales del 23 fueron claves para detener la secuencia. Aznar perdió las convocatorias de 1989 y 1993. Rajoy las de 2004 y 2008. Casado las dos de 2019. ¿Feijóo se la juega a cara o cruz? ¿Ayuso le ayudará a crecer o a caer? ¿Qué papel jugará el sempiterno Aznar? ¿Junts seguirá blandiendo su collar de ahorque al PSOE o hará efecto la reunión de Cerdán con Puigdemont? Viene un curso interesante y movido.