El Debate sobre el Estado de la Comunidad dio de sí todo lo que pueden dar este tipo de encuentros sometidos a un formato cansino propio del siglo pasado. Y si la inercia política es de estabilidad y normalidad, las largas horas de debate pueden resultar aburridas, pero, sin duda, es mejor que la política navarra navegue en esta balsa de aceite de aguas tranquilas más útil que por las tormentas de la bronca inútil de cada semana en Madrid. O quizá acabemos echando de menos este aburrimiento.
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Aun así, ofreció una imagen aproximada de lo que es hoy la realidad institucional, política, presupuestaria, social y económica de Navarra. Chivite contó con la ventaja del aval de la gestión de su Gobierno los últimos cinco años, de la salvaguarda de una mayoría parlamentaria estable con el apoyo leal e imprescindible de sus socios Geroa Bai y Contigo-Zurekin y de los acuerdos con EH Bildu, que adelantó su compromiso de mantener esa senda a largo plazo.
Y con el bagaje de unos nuevos Presupuestos –los décimos aprobados de forma consecutiva en la misma línea del ciclo que comenzó en 2015–, para impulsar la economía y el empleo, la cohesión social y el equilibrio territorial con el apoyo de 30 de los 50 escaños de la Cámara foral. Pese a la habitual autocomplacencia, Chivite admitió la existencia de problemas en la atención sanitaria y el acceso a la vivienda y la llegada de nuevas incertidumbres a la economía, el tejido industrial, el empleo y la migración. Y tuvo que escuchar también a las formaciones políticas que sostienen su presidencia reivindicando espacios propios en la acción del Gobierno.
El debate visualizó un modelo político para Navarra, que apoyaron mayoritariamente los navarros y navarras en 2023 –como antes en 2015 y 2019–, que está cumpliendo buena parte de sus objetivos, ha consolidado la normalidad de la convivencia social y la estabilidad institucional y avanzado en la composición democrática y ética de la política. Los datos sociales, económicos, financieros, laborales y fiscales son buenos. La continuidad de esta experiencia política plural dependerá más del cumplimiento de sus compromisos con la sociedad navarra que del negativo y viejo discurso que protagonizaron de nuevo UPN, PP y Vox.
También de mantener el consenso y lealtad entre sus socios y de ir dando pasos para recuperar la imagen en positivo del euskera. UPN describió una Navarra en estado de coma que no existe, aunque abrió la puerta a la colaboración con el Gobierno. Deseable. Tiene razón Esparza en alguna de sus críticas a ámbitos que deben funcionar mejor, pero el no a todo acaba envolviendo su planteamiento en el mismo bucle caótico del PP del que parecen ya no poder salir, mientras la distancia entre sus palabras y la Navarra real son cada vez mayores. Con problemas y tropiezos, algunos graves, Navarra avanza y funciona.
Sin dormirse en estos laureles, porque quedan importantes compromisos por desarrollar y problemas y retos, unos que vienen de tiempo atrás y otros que ya asoman con los nuevos tiempos, por solucionar. Navarra tiene capacidades suficientes para ello y para que el camino actual de la política y la sociedad navarra no sea un mero paréntesis en un contexto internacional en el que los discursos extremistas, ultras y negacionistas falsos ganan adeptos.