Llaman EH Bildu, PSN y Geroa Bai “acuerdo histórico” a las actuaciones que van a impulsar para modificar la imagen y parte del contenido del infame y horrible mamotreto ideológico y arquitectónico de Los Caídos. Histórico puede ser el acuerdo político alcanzado por ser el primero que suma una mayoría política capaz –tanto en el Ayuntamiento de Pamplona como en el Parlamento de Navarra–, de intentar transformar el que es el segundo monumento más grande dedicado a la exaltación de la dictadura franquista y de sus más crueles protagonistas después de Cuelgamuros en Madrid.
Pero no tengo claro cómo ese adjetivo de histórico pasará a la historia de Iruña y, sobre todo, a la mochila de cada uno de los partidos políticos que se han conformado con mucho menos de lo que han defendido antes y demandaban las víctimas y los familiares de los horribles crímenes del genocidio franquista en Navarra desde aquel verano de 1936. Y una buena parte de las pamplonesas y pamploneses que votan y apoyan a esos partidos. Se puede echar mano del consuelo de que no había otras mayorías políticas que posibilitaran llegar a su derribo definitivo. Y poner en valor el viejo algo es algo.
Pero la transformación implica eliminar las consignas y dibujos franquistas que se mantienen en el interior –excepto increíblemente los dibujos de la cúpula de Ramón Soltz que exaltan la masacre franquista como una cruzada–, y también la desaparición y demolición de las criptas en las que estuvieron enterrados los golpistas Mola y Sanjurjo, algo pendiente desde la obra para exhumar sus restos. Nada relevante. También la demolición de las arquerías exteriores a ambos lados del edificio. Es, posiblemente, la mejor parte, porque permitirá abrir una salida libre desde Pamplona hacia el sur hasta ahora cerrada por el muro infranqueable que ha representado para la historia de la ciudad Los Caídos.
Falta de desvelar en qué terminara la idea de tapar la cúpula, pero basta ver los memes que circulan por las redes para temer que acabe en una absurda ocurrencia. Comienza un largo proceso burocrático, administrativo y político con el nuevo concurso de ideas –ya hubo otro–, la participación social y la consulta a la ciudadanía. Dudo del resultado de esa consulta popular –si se produce algún día–, con esta transformación como objeto de decisión. Mi opinión sigue siendo que no hay un nuevo resignificado posible de memoria para ese lugar tenebroso que rinde homenaje a lo peor de los seres humanos. Comparar esta resignificación con, por ejemplo, el campo de concentración de Auschwitz no es real. Auschwitz nunca fue un espacio ni un monumento de exaltación del nazismo.
Fue lo contrario, una prueba de su miseria moral e inhumanidad y eso es lo que significa desde su origen como espacio de memoria. No es lo mismo que esta mole levantada en honor y gloria de quienes se beneficiaron de aquella matanza, de quienes protagonizaron aquellos crímenes, de quienes violaron y abusaron y de quienes se enriquecieron con el expolio que siguió a los asesinatos. Tengo la impresión de que es más que otra cosa una patada a seguir, como en el rugby cuando se tienen dificultades para salir de la línea de 22. El consuelo es que sea un paso más con cambios que no cambien lo esencial y necesario en un proceso largo e incierto.