Hace unos días se clausuró en el Museo Guggenheim de Bilbao la exposición de Hilma af Klint, una pintora única, con una vida realmente de película (ya ha sido llevada al cine), y una obra tan excepcional como su personalidad, de las que te atrapan, te marcan y te envuelven y consiguen lo que solo el buen arte logra: lanzarte preguntas para una incesante búsqueda de respuestas. Como una gran espiral, como las caracolas que pinta Hilma. Quizás la primera de esas preguntas es por qué era tan desconocida hasta hace no muchos años. Por qué siendo ella la pionera del arte abstracto el mérito se lo llevaron sus colegas masculinos, como Kandinsky, con una obra pintada en 1911, cuando ya en 1906, en Suecia esta mujer llamada Hilma af Klint se movía en la no figuración y se dejaba llevar por el color, la geometría, el más allá y las formas, dando pie al origen de la abstracción.

Su vida fue una búsqueda permanente. Convencida, desde su espiritualidad, de que hay algo más allá de la vida que vemos. Su obra fue el reflejo de esa inquietud, con la pretensión siempre de hacer visible lo invisible. No era fácil que se entendiera lo que hacía. Y menos siendo mujer. Ella lo sabía y lo sufría. Fue una artista adelantada a su tiempo, con un trabajo que ella misma quiso que quedara oculto hasta al menos 20 años después su muerte (murió en 1944 de forma accidental), pero que permaneció en el olvido muchos años más, hasta que en 1986 el azar quiso que alguien lo encontrara en un desván de una casa, por suerte en buen estado y comenzara exponerse. Y así lo hemos podido disfrutar. Sumergirse ahora, muchos años después, en las salas del museo repletas de sus obras ha sido uno de esos regalos que de tiempo en tiempo hay que hacerse a una misma.

El éxito de esta exposición, por la que han pasado más de 280.000 personas, con su impresionante sala dedicada a Los diez mayores, unas obras de gran formato sobre las diferentes etapas de la vida, de la serie Pinturas del templo, quiere decir que vamos avanzando. Que las mujeres artistas ya van logrando su lugar, su verdadero espacio. Que ya no ocurre al entrar en un museo lo que denunciaban las Gerrillas Girsl con su grito de “¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el Metropolitan Museum?”, apelando a que las mujeres solo aparecían en los desnudos que pintaban sus colegas masculinos. El arte es un reflejo de la sociedad, siempre, antes y ahora y las desigualdades siguen, aunque lentamente la mujer artista está ya expuesta en los principales museos del mundo. Creo que no me equivoco si digo que en esta exposición las mujeres hemos sido mayoría entre el público, para disfrutarla juntas. Mujeres apoyando a mujeres. De eso también va la vida y la obra de Hilma af Klimt.