Tengo la sensación de que no somos aún conscientes del todo de lo que se viene encima. El mundo ya estaba jodido por muchos lados, pero va camino cuesta abajo y sin frenos de joderse más todavía. Los cambios sociales nunca han sido tan rápidos y nunca han sido pacíficos, pero tampoco nunca han traído la maldad de la mano con tanta claridad, normalidad y en gran medida también con tanta complicidad y normalidad como ahora. El mal ya existía porque existía la explotación esclavista de seres humanos en este mundo, por poner solo dos ejemplos muy visuales en las minas de oros y materias primas en casi todo África. o en la producción textil en Asia por parte de las grandes multinacionales. Pero nunca como ahora el mal se había convertido en una tendencia política sin complejos y que va triunfando en las urnas y sin apenas oposición.
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El indecente vídeo creado por inteligencia artificial y publicitado por Trump en el que muestra la tierra palestina de Gaza reconvertida en un resort de lujo para los más ricos del planeta –por supuesto con el nombre de Trump-Gaza–, es de una miseria ética impensable hasta ahora. Las fechorías del capitalismo se cometían disimuladas bajo el manto de la protección de la democracia, los derechos humanos y la extensión de la riqueza a todos los lugares. Ha sido mentira, pero al menos se intentaba disimularlo. Ahora no. Las redes y los altavoces cada vez más poderosos de la desinformación ya se habían convertido en un vomitorio difícil de soportar, pero ahora son el escenario principal del nuevo teatro del mundo en el que se escenifica la narrativa que viene en el libreto de esta nueva obra.
Así será Gaza tras su reconstrucción, según Trump: casinos, turismo de playa y esculturas al presidente de EEUU
Mostrar la tierra palestina como un lugar vacacional de lujo, posar junto a Netanyahu en una tumbona junto a una piscina con una copa en la mano –un tipo acusado por la Corte Penal Internacional por genocidio–, pasear a Musk lanzando dólares por las calles o enfocar una inmensa estatua suya de oro en un lugar donde han sido asesinados más de 60.000 ciudadanos gazatíes –18.000 niñas y niños–, supone avalar el genocidio, la limpieza étnica, la destrucción de infraestructuras, ciudades desaparecidas bajo las bombas, miles de cadáveres enterrados, escuelas y hospitales arrasados y confirmar el fin de las reglas de convivencia del derecho internacional y los derechos humanos. Es difícil, aunque no imposible en este mundo al que nos encaminamos, superar tan ínfimos niveles de porquería moral que publicar esas imágenes y seguir adelante como si nada. Es de una obscenidad política y de una inhumanidad ética difícil de igualar. Pero es lo que está ya aquí. Y con Europa como su próximo objetivo.
No se trata solo del marco de los negocios y del comercio, donde la UE tiene potencialidades suficientes para competir con los EEUU actuales, sino de algo más profundo, se trata de desmontar el modelo, con todas sus carencias, de derechos civiles y libertades políticas, la democracia y el Estado de Bienestar. Y dudo de que nuestros dirigentes europeos estén a la altura de los retos que vienen. Basta ver, siguiendo con el tema de Palestina –lo mismo vale para el Sahara u otros pueblos olvidados–, el nivel de su impostura moral y complicidad política con lo que está ocurriendo allí para poder llegar hasta el obsceno vídeo de Trump.