Cuando en la tarde de este sábado Pedro Sánchez abrace a María Chivite en el acto de clausura del Congreso del PSN que va a reelegir por tercera vez a la cirbonera, el presidente de España le podrá susurrar al oído algo así como: ”Ahora que estamos en lo más alto, me acuerdo de lo que nos ha costado llegar hasta aquí!”. Y es que Sánchez y Chivite comparten bastante más que la afiliación al PSOE. Ambos tuvieron que picar piedra antes de alcanzar el liderazgo dentro del partido y sufrieron de lo lindo hasta llegar a las presidencias de sus respectivos gobiernos. Especialmente azarosa ha sido la trayectoria de Sánchez, pero el camino de Chivite hacia al Palacio foral también ha tenido dificultades.
Relacionadas
Los dos fueron elegidos secretarios generales en 2014. Sánchez llegó a Ferraz en julio de aquel año tras el batacazo del PSOE en las europeas que provocó la dimisión de Rubalcaba. Poco después, en diciembre, Chivite era elegida secretaria general del PSN en un congreso extraordinario en el que la estrella invitada fue el propio Sánchez.
Los dos heredaron sendos proyectos hechos trizas y en un contexto desfavorable. Rajoy gobernaba con mayoría absoluta y en Navarra, pese a que el mandato de Barcina agonizaba, las perspectivas electorales no eran buenas para los socialistas. La irrupción de Podemos amenazaba, como así sucedió, con llevarse un buen trozo del pastel electoral.
Apenas cinco meses después, en las forales de mayo del 2015, y pese a que Sánchez había intentado impulsar la carrera de Chivite nombrándola portavoz del grupo socialista en el Senado, el PSN tocaba su suelo electoral. Con solo siete parlamentarios, por primera vez en la historia quedaba sumido en la irrelevancia. Sus votos no servían ni para sostener gobiernos de derechas, como venía haciendo desde 2007, ni para ser alternativa, ya que Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra sumaban mayoría absoluta.
A Chivite no le quedó otra salida que armarse de paciencia en la oposición y esperar su oportunidad. También Sánchez tuvo que esperar la suya después de verse forzado a dimitir como secretario general del PSOE y como diputado en 2016 por negarse a facilitar la investidura de Rajoy.
La perseverancia y la apuesta por entenderse con las formaciones a su izquierda del arco parlamentario premió a ambos. Sánchez llegó a Moncloa en junio de 2018 y Chivite al Palacio foral en agosto de 2019. Y ahí siguen, felices y convencidos de sus apuestas.