Hemos vuelto a ver los ojos vacíos de José Bretón durante el juicio. Este caso nos golpeó y nos hizo comprender como ninguno el significado de violencia vicaria. El asesinato por parte de José Bretón de los dos hijos que tenía con Ruth Ortiz estuvo a punto de matarla también a ella. Ella era el objetivo de su violencia. Lo que Bretón hizo y su actitud hasta hoy han sido una de las personificaciones cercanas del Mal que más nos han sobrecogido.

Con la publicación del libro de Luisgé Martín El odio muchas personas hemos recordado esto. Ruth Ortiz lo ha revivido. Ha sido necesaria su denuncia para que la Fiscalía solicitara la suspensión cautelar de la distribución de la obra.

La elección. Un autor es libre de seleccionar materia creativa y desarrollarla como considere. Cuando se elige una historia tan sensible y protagonizada por personas reales a las que la novela va a afectar de modo irremediable, creo que es imprescindible contar con ellas. El autor decidió no hacerlo con Ruth Ortiz. “Está escrito con el mayor respeto hacia las víctimas”. “Creo que es una persona a la que no hay que meter en esto”. Ya sólo el avance de la publicación la ha colocado en el ojo del huracán y ante el abismo del horror que vivió.

La oportunidad. Con todos los riesgos y efectos potenciales de la novela, la prestigiosa editorial Anagrama apostó por seguir adelante. Uno de los criterios de publicación de las editoriales es el comercial. Este libro apuntaba un posible bombazo. Lo ha sido.

Lo legal. Ante la petición de suspensión cautelar de distribución de El odio que le ha hecho la Fiscalía, Anagrama comunica que: “Las obras que se inspiran en hechos reales, como es el caso de El odio, requieren de una dosis doble de responsabilidad y de respeto. Por eso, en un ejercicio de prudencia y de forma voluntaria, la editorial ha decidido mantener la suspensión de la distribución de la obra de manera indefinida”.

Lo ético. ¿Dónde está?