Acribillado. Así deambula el Gobierno español. Atormentado por sus discrepancias internas, prisionero de mentiras agazapadas y al mando de un presidente autocrático, atrincherado en un doliente desafecto institucional frente a su inquietante minoría parlamentaria. Una tétrica radiografía impropia de un país actualmente reconocido como la locomotora económica de Europa. Un lacerante contraste condenado a convivir sobre vías paralelas, principalmente por la clamorosa ausencia de una alternativa convincente.

Unas balas traicioneras han deshilachado esta vez la unidad y la credibilidad de un gobierno. Apenas unas horas antes, una audaz huida hacia delante de Sánchez airaba a todos sus socios por su contribución económica a la defensa europea. Por el medio, toda una retahíla de rectificaciones, medias verdades, componendas por doquier y, sobre todo, descrédito a borbotones. Un espectáculo impropio, aunque ya demasiado reiterativo en los últimos meses. Una descomposición progresiva traspuesta en favor de un liderazgo omnímodo que, sin embargo, no provoca un desgaste alarmante al bando socialista, aunque se lleva por delante a Sumar como castigo por su inherente inconsistencia. Un aviso demoscópico que el PP sigue sin rentabilizar, posiblemente porque le penaliza esa corrosiva mezcla entre su impericia y la alarma social que sigue provocando su indefinición sobre Vox.

Marlaska

El sainete de las balas devueltas no tiene un pase. Es impropio de un gobierno serio. Marlaska, pero también su presidente, sabían perfectamente que un trato armamentístico con la genocida Israel de Netanyahu dinamitaría la paz en la coalición. Aun así, lo hicieron porque les puede la costumbre del desaire con el débil. Saben que Sumar jamás se irá antes de tiempo a pasar frío a la intemperie de la oposición. En esta ocasión, semejante afrenta rasgaba la dignidad.

El voltaje de la indignación alcanzó tales decibelios que hasta Sánchez dobló la cerviz, casualmente en el primer aniversario de su traicionero retiro familiar. No iba a romperse la alianza, pero la continuidad del escándalo colocaba a Yolanda Díaz al borde del precipicio. No es arriesgado asegurar que Belarra ya tenía activada la artillería dialéctica bajo el implacable guion pablista. Deberá esperar porque la vicepresidenta sale reforzada de este pulso, que deja abrasado en el otro lado de la mesa al titular de Interior. Además, cuando llegue la hora de pagar la cuantiosa factura económica y posiblemente judicial –¿prevaricación?– por los platos rotos de este desaguisado, la izquierda progresista saldrá indemne, y con razón.

Dejadme solo

El presidente sigue jugando con fuego. La dotación hipermillonaria para congraciarse con la UE en su política de defensa escenifica en su génesis el catón de Sánchez para bandear el actual estado de zozobra. No necesita de nadie más para gobernar. Evita el riesgo de su derrota. Aborrece escenarios compartidos con la derecha. Desprecia sin miramientos a quienes conformaron la mayoría para su investidura. Juan Palomo. Y no le va tan mal. Asegura en el Congreso que desde el 7 de octubre no tiene relaciones comerciales con Israel y se acaba descubriendo que hay firmados hasta cuatro nuevos convenios entre ambos países en materia militar. Sale indemne. Localiza de repente 10.471 millones que estaban desperdigados por varios rincones durante tres años, asegura que así se van a crear 100.000 empleos y elude dar explicaciones en el Congreso y ni siquiera a quienes acostumbran a apoyarle. No hay visos de Presupuestos y tampoco se crea un clamor para cumplir siquiera con el precepto constitucional de presentarlos.

Posiblemente la elección del nuevo Papa hasta carezca de fuerza mediática suficiente para eclipsar la atormentada vuelta de las vacaciones de sus señorías. La polémica sobre el rearme ha distorsionado la vida política, que se mantiene enmarañada como señal fatídica de su existencia. Ahí sigue el avispero judicial más vivo que nunca, como bien lo puede acreditar el fiscal general con la bala de los archivos de Google, o la mismísima Ayuso por el manejo que su entorno hace de los correos electrónicos.

Nunca como ahora se ha avivado el debate sobre la viabilidad de la legislatura. Pero Sánchez se ríe en silencio de la conjetura. Sigue creyendo, y con fundamento, que nadie se va a atrever jamás a quitarle el mínimo oxígeno suficiente para seguir en el poder. Otra cosa es que siga sufriendo por el tormento personal que le siguen causando las interminables pesquisas judiciales contra su mujer.