Aséptico. Frío. Impersonal. Así tendría que ser el callejero urbano. Sin placas nominativas. Una mera combinación de números y letras, tan característico de Nueva York. Para no complicarnos la vida. Calles, avenidas, plazas y parques con dedicatoria expresa conducen al conflicto. Tarde o temprano, motivo de controversia. En el caso de los últimos cambios anunciados en Pamplona-Iruñea, por la supresión de la calle dedicada en el moderno barrio de Buztintxuri (una paralela a la avda. de Gipuzkoa) al arquitecto pamplonés Víctor Eusa.
Zona de arquitectos, como las hay de pintores, escritores, músicos, santos, vírgenes, ríos, montes y poblaciones o comunidades. Aplicación de la normativa concerniente a la memoria histórica. Incluso esa normativa contempla excepciones. Indulgencia según de quién se trate. Así obra también la Iglesia Católica en la nulidad matrimonial y el sacramento del matrimonio a abortistas y divorciados. No todos somos iguales ante casi nada. Ni ante ley alguna. Eusa fue vocal de la Junta General Carlista de Navarra, implicada en el levantamiento militar de 1936 y en ejecuciones y represión de carácter ideológico.
Pródigo en edificaciones en el catálogo urbanístico pamplonés, algunas reconocibles y socialmente identificadas (Seminario, Escolapios, Casa de Misericordia, Monumento a los Caídos…). Autor con calidad e identidad. La cartografía municipal no distingue entre la obra y la persona. Una disyuntiva muy controvertida en el debate social general. Callejero y monumentos urbanos tendrían que quedar fuera de ese lío. Los méritos humanos, artísticos, profesionales, deberían tener su reflejo en museos, enciclopedias y publicaciones monográficas. Para consulta, estudio, análisis crítico y perpetuación en la memoria. Exponerlos en la vía pública al homenaje colectivo perpetuo es una temeridad. Su implantación y su supresión dependen mucho de la sensibilidad política de cada momento histórico. Nunca unívoca, además.