Cierran las discotecas como en su día bajaron la persiana los ultramarinos, las droguerías o las tiendas de confección. Ley de vida y ley de mercado. En Francia están ahora alarmados por la dimensión de un efecto de destrucción en cadena del que ya había advertido con anterioridad el sector en España. La gente joven tiene otras fuentes de ocio, distintos modos de relacionarse o de correrse una juerga. ¡Ah…, las discotecas! Con sus luces de colores, las bolas de cristal girando, su momento de canciones lentas (el baile agarrao de toda la vida), su Boney M. y su Pablo Abraira, el ir y venir a la barra y aquel medio cuba en vaso de tubo que algún Gargantúa se llevaba a la boca y de un golpe ingería el líquido, los hielos y el limón.
En la arqueología de aquella época aparecen en la memoria restos del Xuberoa, Guacamayo, Young Play, Amazonas, del Gure Kaiola de Sarasa, del Sonhar de Irurtzun, del Maitagarri y la Güesera de Tafalla… Una guía de la época; porque antes de la ruta del bacalao en Valencia aquí existió la ruta del patxaran, por bautizarla de alguna manera. Hoy, los locales que resisten tratan de adaptarse a los tiempos con una oferta más amplia. El edificio que albergó el Gure Kaiola terminó convertido en residencia de ancianos antes de su derribo. Toda una metáfora.