Pocos lectores no estarán de acuerdo en que la ludopatía, el vicio del juego, de las apuestas de dinero, es uno de los más tristes males que afectan a nuestra sociedad. Este mal, además, alcanza a gente cada vez más joven, a través de los uatsapes y otras triquiñuelas de la telefonía móvil, que se unen a la poca curiosidad que tienen los encargados de los lugares de juego por saber la edad de sus clientes. ¿Por qué siendo el juego tanto o más nocivo para la sociedad como el alcohol o el tabaco, está tolerada y autorizada su publicidad, sobre todo en la TV que entra en todas las casas y en las horas que más se ve, cuando las de estos últimos están prohibidos? ¿Encontraríamos la respuesta escarbando en las listas de los consejeros y directivos de los casinos y otras empresas que cultivan el juego?