En esta trágica fecha tuvo lugar el Pacto de Múnich, en el que Hitler comunicó a las potencias su intención de invadir Checoslovaquia para defender a los Sudetes alemanes. Los protagonistas fueron: por Alemania, Hitler, por Italia, Mussolini, por Inglaterra, Chamberlain y por Francia, Deladier. Una de las intérpretes, de nombre Helge, que intervino en aquellas jornadas, relató los pormenores de aquellos momentos que se puede decir fueron los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial. Describe el ambiente fanático que existía en aquel selecto cuerpo de intérpretes del Reich al que se accedía sabiendo seis idiomas como mínimo, además de acreditar su adhesión inquebrantable al nazismo y al Führer. Describe a Hitler como narciso, con un natural atractivo que explotaba reuniendo a las que trabajaban próximas a él para relatarles sus vivencias a veces fantásticas que atraía a las jóvenes que se sentían atraídas ante la sola presencia del Führer. La noche después de comunicar su intención de invadir Checoslovaquia y, tras explicar la historia, con la amenaza de las fuerzas en la frontera, explicó a sus entusiastas oyentes que siempre había que añadir una cierta dosis de audacia (Kühnheit en alemán). Helge, describió a Deladier y a Chamberlain como humillados. El Führer estaba convencido de que su amenaza no tendría repercusiones y no sería materia para declarar una guerra. Así que, según Helge, se inició el Anschluss entrando la Wehrmacht triunfante en Austria el 1 de septiembre de 1939 ante la humillación de los aliados. Una vez más Hitler amenazaba con su fuerza y Kühnheit. El 21 de setiembre de 1938 se anexionó el resto de Checoslovaquia. Fue el detonante de la declaración de guerra de Francia e Inglaterra. Contaba Helga que cuando Hitler leyó el documento vio por un instante al Führer desorientado e incrédulo porque estaba convencido de que dominaba por el miedo a aquellos petulantes que alardeaban de que sus ejércitos y sus economías eran invencibles, pero pusieron una vela a Roosvelt y otra a Stalin.