Percibo y siento en mí mismo y a mi alrededor demasiada tristeza, crispación, incertidumbre y desesperanza ante los oscurísimos nubarrones que nos amenazan. Nos crecen las desgracias como melones de cámara fríos, burdos, agrios y nauseabundos. Pero levanto los ojos al cielo de donde me vendrá el auxilio; el auxilio me viene por la fe y el recuerdo vivo de personas tan grandes y buenas que me han precedido como mi querido amigo Juantxo Argibili. No tengo fe sino que vivo por la fe en Cristo, el vencedor de la muerte y los infiernos. Aquel que a latigazos expulsó a los mercaderes y con ternura abrazó a los humildes. Me resisto a pensar que vidas tan luminosas, anhelantes y plenas de amistades como la de Juantxo, terminen en la corrupción de una fosa. Me niego a creer que la basura de este sistema socio económico tenga la última palabra. El halo de su ejemplo nos impele a luchar para crear nuevamente comunidad y redescubrir la belleza de la cuadrilla frente al individualismo teledirigido que nos ahoga. Espero en el triunfo de la amistad y el amor. Los ojos levantados al cielo de la utopía y las manos puestas en las herramientas de la lucha social. En estos momentos de oscuridad nos tenemos que aferrar a los pequeños hitos que jalonan nuestra cotidianidad. El homenaje que el sábado 8 de octubre su pléyade de amistades rendiremos a Argibili debe ser un momento de fuerza en nuestras vidas empujados por el cariño a quién ya está en la luz eterna. Juantxo nos acompañará con su sonrisa socarrona y nos susurrará al oído sus azarosas vivencias. Nos dirá que sigamos adelante dejando de lado lo sucio y oscuro para aferrarnos a lo bueno y luminoso. La pandemia nos ha impedido rendirte antes este homenaje, pero ya ha llegado la hora porque, Juantxo, te lo mereces. Sabes que yo me iba a expresar desde mis creencias y siempre me respetaste. Tenías la virtud de tener muchísimas amistades, y eso es el resumen de tu vida en este mundo truncada demasiado pronto: eres amigo. Levanto los ojos al cielo y observo a las estrellas que nos guían. Una de ellas, muy roquera, se llama Argibili y nos ilumina en la noche oscura. Juantxo, agur eta ohore!! Beti gurekin!! Betiko Argia!!