El pasado 14 de julio sentí una tristeza enorme en la despedida de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona. Desde pequeña les he seguido y es algo que he inculcado a mi hijo. Es por esto que el último día es especial. Se mezclan sentimientos por despedir a unas figuras que llegan a los corazones de los pamploneses y pamplonesas. Sin embargo, este año sentí decepción. Bajo un sol de justicia, familias enteras con niños y niñas de todas las edades aguardaban el ansiado adiós de sus queridos gigantes y cabezudos. El lugar, distinto al de otros años, pero no importaba si era por verlos una vez más.

Sin duda defraudó pero la Comparsa supo mitigar los daños. Con una propuesta más teatral, la plaza esperaba el reparto de caramelos y verles por última vez. Todo se enturbió cuando ya acabada se dijo que la despedida “final” sería en autobuses. Ahí la mayoría decidimos irnos quedando la entrada de las figuras en la más triste de las despedidas. No puede ser que decisiones ajenas a la ilusión que estas figuras despiertan se impongan al sentimiento de tantos pamploneses y pamplonesas. Por supuesto, un enorme aplauso para toda la Comparsa y nuestro apoyo siempre a vuestra gran labor. Volveremos a la calles con vosotros para devolveros todo el cariño que dais.