El intenso calor que ha llegado a Pamplona el último día de las fiestas tras un comienzo pasado por agua no ha sido suficiente para que miles de personas, txikis y no tan txikis, hayan abarrotado la Plaza del Castillo el mediodía de este viernes para despedir a los reyes de los Sanfermines, los gigantes. Pasan los años, pero el éxito indudable que la Comparsa de Gigantes y Cabezudos tiene entre los más pequeños de la casa continúa con más salud que nunca, si cabe.
En silletas, aúpas y, sobre todo, a hombros de unos padres que sudaban la gota gorda han tenido que subirse, en busca de un lugar que les permitiese ver con claridad a los reyes y reinas de Europa, Asia, África y América. Con el kiliki Barbas como maestro de ceremonias, no han faltado los tradicionales valses con los que las cuatro parejas bailan cada día de las fiestas. El primero de ellos ha sido “El Amor”, una premonición de lo que Pamplona siente por ellos.
Mientras Barbas contaba chistes y animaba el ambiente en euskera y castellano, los kilikis, cabezudos y zaldikos saludaban desde el kiosko central de la plaza y han lanzado caramelos a los ahí reunidos. Unos caramelos blandos de estilo gominola, que han sustituido a los duros proyectiles que en otras ediciones impactaban contra las cabezas, provocando algún que otro llanto. En la emoción de ver a tanta gente corear sus nombres, Patata, Verrugas, Coletas, Caravinagre, Napoleón, el Alcalde, el Concejal, la Amatxi, el Japonés y la Japonesa saludaban, mientras los más atrevidos se animaban a ponerse en parejas y bailar juntos.
Entre bailes y vueltas, muchas vueltas, también ha habido un inciso para despedirse cara a cara de Joshemiguelerico, Joshepamunda, Sidi abd El Mohame, Esther Arata, Selim-pia Elcalzao, Larancha-la, Toko-toko y Braulia. Ha habido lloros, pocos, pero sobre todo alegría. Alegría por poder darle un beso al gigante favorito de cada uno, que por primera vez en las fiestas podían mirarlos a la cara a la misma altura, o poder, por fin, entregarles el chupete que les ha acompañado durante los primeros momentos de sus vidas. Los gigantes son música y baile, por lo que tras el momento emotivo han vuelto a saltar y girar al sonido de gaita.
La despedida ha contado con artistas invitados de lujo. Los gaiteros, txistularis y el grupo de metales que amenizaron el acto estuvieron acompañados en los últimos minutos por los Tenampas y Serafin Zubiri. Entre todos interpretaron el Vals de Astráin, conocido por todos como el Riau-riau, que fue coreado por la multitud que se congregó a ambos lados del escenario, para dar por finalizado el acto y dirigirse a la estación de autobuses para descansar tras 9 días de fiesta. La tradicional Polonesa, ese baile que sólo con verlo marea a cualquiera, puso el broche de oro a una despedida marcada por el sol.