Apenas dos semanas lleva el Ayuntamiento de Pamplona jactándose de gobernar la ciudad "con mayor calidad de vida de España". Sin embargo, esto no ha evitado que día tras día suba la cantidad de personas que carecen de una vivienda. Otro día más de colas de personas sin hogar a las puertas de los albergues municipales en Pamplona. Otro día más en el que más de un centenar de personas tienen que soportar la humillación de estar a merced de una lista que determina si son merecedores o no de dormir bajo techo en una noche en la que los termómetros rondarán los cero grados. ¿Que cuál es el criterio de esa lista? Simple y llanamente: el nivel de miseria de cada persona (además del enrevesado laberinto burocrático).

Es solo tras la aparición reiterada de esta situación en los medios cuando la alcaldesa Ibarrola y la consejera Carmen Maeztu hacen su aparición estelar, abriendo un nuevo albergue sobre el cual previo a su apertura ya se cierne la sospecha de si cumple o no las condiciones mínimas de salubridad y visitando el mismo para mostrar su más que evidente preocupación. Cualquiera diría que esto no es suficiente, ya que el problema persiste (decenas de personas se quedan en la calle día sí y día también). Pero el objetivo no es dar cobijo a las personas que lo necesitan. El objetivo es resistir a la tormenta.

Es decir, asumiendo que habrá decenas de personas sin hogar durmiendo en la calle a diario, quieren que esto no suponga problema político alguno. En esto, como bien sabemos, los políticos de profesión son expertos. A fin de cuentas, la función de estos albergues es acompañar el proceso de expulsión de sus viviendas a las personas con menos recursos, garantizando que éstas no supongan un problema político. Y es que, en pocos días o semanas, el tema dejará de ser novedad y/o de salir en prensa, y dejará de suponer un problema político.

Sin embargo, estas personas sin hogar seguirán viviendo en la calle, ya que es limitada la cantidad de días que pueden hacer uso de los albergues, además de su limitación horaria. No solo eso, sino que a éstas se les seguirán sumando muchas otras que perderán sus casas en los próximos meses y años, a lo que se añade el incierto futuro de una medida como la moratoria de desahucios. Frente a ello, seguirá habiendo infinidad de casas vacías en manos de instituciones y especuladores, valga la redundancia. Es decir, la vivienda seguirá siendo una mercancía, y por tanto su acceso estará restringido pese a que la sociedad cuente con los medios materiales suficientes para cubrir las necesidades habitacionales de todas las personas.

Por lo tanto, cabe preguntarse para quién es Pamplona la ciudad con la mayor calidad de vida. Lo será para el turista, para el inversor, para el rentista o para quien goza de una posición económica estable, sí. Sin embargo, cada vez menos personas gozan de dicha estabilidad, y para éstas solo quedarán alternativas de miseria.