Está documentado de manera indubitada que el pueblo judío es el originario que habitó Israel, anterior a los palestinos. La historia, ampliamente documentada, lo demuestra con pruebas irrefutables y negarlo es rechazar que el día sigue a la noche. Por tanto, y en honor a la verdad, la convivencia entre ambos pueblos no debería ofrecer ninguna duda. Otra cosa es la dinámica histórica del pueblo judío, especialmente desde que el sionismo busca la venganza por el trato recibido de los nazis en los campos de exterminio, que se ha convertido en odio a muerte contra el resignado y pacífico pueblo palestino de origen nómada que los judíos quieren eliminar todo vestigio de su existencia, en especial a mujeres y niños a través del genocidio para hacer desaparecer la etnia palestina, la fuente de vida que asegura su continuidad a la que tiene derecho como las restantes que existen en la tierra.

Insistir en la tesis de la prioridad de la ocupación de los árabes sólo contribuye a justificar la crueldad con la que el sionismo está ejerciendo la defensa de sus hipotéticos derechos históricos que invocan para destruir al pueblo palestino y la disculpa para que los estados que están penetrados por el sionismo fanático, que actualmente son los más poderosos, se valgan de este argumento para justificar la cruel política genocida del estado judío con el furor criminal de Netanyahu.

La causa palestina no necesita ser el pueblo originario, sino que el derecho a ocupar su territorio está simplemente justificado por los hechos posteriores en los que fueron árabes los diferentes habitantes de aquellos territorios, incluso otros de diferentes etnias invasoras entre los que hay que citar a ingleses, franceses, turcos y otros, pero ello no puede ser argumento para justificar su aniquilamiento. La historia experimenta cambios que si se quisieran invocar como argumentos para justificar sus derechos viviríamos en guerra permanente y los indios americanos podrían acudir a los tribunales para arrojar al mar a los actuales habitantes de EEUU, Canadá y los demás países actuales de América u Oceanía. Y menos aun si se busca la génesis de los pueblos de Asia o África.