En uno de los barrios de nuestra ciudad, se disponen a abrir un nuevo comercio. En la fachada han colocado ya grandes paneles publicitarios: “Pamplona, best sushi in town is coming”. Toda la rotulación exterior referida a la actividad a ejercer está solo en inglés. Aunque en un lugar, con letra pequeña, señala: “descubre más en…”, e indica una dirección de internet.
La aspiración a un idioma común para las distintas naciones es muy antigua. En Europa, durante siglos, lo fue el latín. En el XVIII se difundió el francés entre las élites y, más tarde, vino el sueño del esperanto. Hoy vivimos en una sociedad que se está globalizando rápidamente y que emplea el inglés para esta función. Pero ese cosmopolitismo necesario, debe respetar también a las culturas previas. La Unión Europea se basa en ese principio. También la Constitución española lo sigue.
Concretamente en Pamplona / Iruña contamos con dos idiomas propios: castellano y euskera. Lógicamente, a quienes acudan a este tipo de establecimientos, los atenderán también en una lengua española. Pero sus titulares deben tener en cuenta que, además, conviene que la rotulación esté también en la lengua propia. No hay un rechazo al inglés, se trata tan sólo de asegurar la pervivencia de la cultura originaria. Si no lo hacen así, habrá una parte de la población que, por sentirse excluida, ni siquiera entrará al local. Los propietarios del negocio calcularán qué les resulta más rentable.