En 1976 una expedición de montañeros partió de Pamplona a la cordillera del Hindukush. Aquella expedición navarra tenía como objetivo coronar la cima del monte Shakhaur (7.116 m) actual, Afganistán, y pasó a la historia como el primer siete mil vasco. Esa cima convirtió a un grupo de soñadores en anónimos pioneros. Esta historia llena de retos, sueños y aventuras fue recopilada y llego a nosotros gracias al visionado del documental Mendiak 1976. Hoy, casi 50 años después de esta gran gesta, un grupo de montañismo quiso rendir homenaje a aquella expedición vasco-navarra que desafío la adversidad y logró algo de lo que entonces se consideraba imposible.
El grupo, formado por más de 50 montañeros, quiso rememorar aquella hazaña y, enfundándose las botas y armándose de bastones, se dispuso a conmemorar aquella gesta heroica. Replicando el eco de aquella gran expedición de 1976, logramos coronar la cima del monte Legate, en el valle de Baztan, donde todavía hoy se alza un monolito en recuerdo de aquella gran expedición, que en 1976 se cobró la vida de Gerardo Plaza, natural de Baztan. A pesar de la hostilidad del clima y adversidad de las condiciones, ningún integrante del grupo dudamos en llegar hasta la cima, donde pudimos celebrar nuestra pequeña gran hazaña. Y es que después de todo, aunque pueda parecer que la realidad de aquellos años y esta sean tan lejanas, en lo esencial el mundo no ha cambiado tanto.
Y es por ello que, hoy igual que entonces, subir al monte sigue siendo un acto necesario de libertad y rebeldía. Porque ir a la montaña es adentrase a lo desconocido, es enfrentar las dificultades, es superar los límites personales; en definitiva, ir al monte sigue siendo hoy la mejor manera de buscarse a uno mismo perdiéndose en la naturaleza.
Casi 50 años después de aquella expedición, tal día como el del pasado sábado, tan solo nos demuestra que no es tanto el llegar a la cima lo que de veras importa en esta vida, sino el grupo y las personas que nos acompañan y con quienes llegamos hasta allí.
Tan solo agradecer a Bidea Eginez por tomar el legado de la memoria en este mundo cambiante y por permitirnos crecer con cada ruta en esta amistad. Y gracias también a todos y cada uno de los montañeros que, con valentía y esfuerzo conjunto, pusieron una piedra más para la historia del montañismo vasco-navarro. Hasta la próxima ruta.