Tenemos las opiniones y tenemos los hechos. Las opiniones, ya sabemos, son como el culo, que todos tenemos uno. La inmensa mayoría de las veces esas opiniones, si las creemos fuertes desde la partida, no las cambiamos por nada. Luego están los hechos, que deberían ser los que nos ayudasen a formarnos las opiniones o cuando menos a ser capaces de, si tenemos ya opiniones formadas, que nuestro intelecto generase la flexibilidad suficiente como para, si no cambiar radicalmente de opinión, sí al menos variarla. Luego hay una verdad empírica: opinaré en el 99% de los casos al contrario de lo que opinen aquellos de allí. Pongan allí a quienes quieran. Los hechos por desgracia están siendo muy tozudos y los hechos dicen que la Nacional 121-A es una carretera de la muerte y que el paso por ella de 3.000 camiones diarios supone un elevado nivel de riesgo añadido al que ya ostenta una carretera que gestiona 10.000 vehículos diarios. Hace unos días, el compañero del Noticias de Gipuzkoa Juanma Molinero, habitante de esa zona y usuario 4 a veces al día de la N-121-A, sin hacer mención a ello, sí explicaba que el panorama de la carretera fue la noche y el día cuando se cerró el túnel de Belate y se desviaron los camiones a otras vías. Es obvio que para el sector del transporte no pagar por usar una carretera es lo deseable, pero es lo deseable para ellos, que no dejan de ser un negocio, frente a valores más importantes, que es de lo que estamos hablando. El Gobierno de Navarra ve cómo su propuesta de hacer una carretera 2+1 no contenta a los usuarios diarios ni a los habitantes, mientras la lista de dramas crece y crece. Seguro que hay soluciones temporales de calmado del tráfico que se puedan negociar con la patronal del transporte y con otras autoridades. Dicen que cada viaje se encarecería unos 40 euros. Si 40 euros echan por tierra un transporte quizá sea mejor bajar la persiana.