Corrupción y tal y tal y tal
Uno de los improperios más recordados de Jesús Gil es aquel que, dirigiéndose a las hordas de su Atleti, proclamaba a voces y con tono fingido que “no todos los periodistaaaaaaaas, son unos hijos de putaaaaaaa”. Lejos de aplacar los ánimos de la masa, el efecto pretendido era el contrario. El promotor y luego alcalde de Marbella, embarcado durante años en refriegas encarnizadas con la prensa, se defendía con escupitajos dialécticos de unas informaciones que desvelaban su gestión fraudulenta, tanto desde la presidencia del club de fútbol como, sobre todo, en la Alcaldía del municipio malagueño. Gil pagó con la cárcel sus delitos de prevaricación, malversación de fondos públicos, apropiación indebida y un trasiego de miles de millones de pesetas distraídas de las arcas del consistorio en un sistema de corrupción del que participaban concejales y empresarios.
Parafraseando a Gil, no todos los concejales son unos hijos de puta, pese a que declaraciones ante el juez como las recientes de David Marjaliza, cerebro de la trama Púnica, corroboren algo que en los últimos años ha sido un secreto a voces: la compra de la voluntad de muchos ediles con sobres bien gordos, comisiones a porrillo (algunos alcaldes llevaban el apodo del tanto por ciento que imponían como peaje...) y regalos golosos para recalificar terrenos, aprobar planes de urbanismo y favorecer intereses inmobiliarios espurios. Esos sobornos han movido cantidades indecentes de dinero, contribuyeron a inflar el precio de la vivienda, hipotecaron a miles de familias y generaron una burbuja que, cuando hizo pum, hundió al resto de la economía.
La trama marbellí -el llamado caso Malaya- es el paradigma de la corrupción, un manual de estilo en el que Gil (fallecido seis años antes del juicio) ejerció en vida de maestro de ceremonias: sus discípulos acabaron sentados en el banquillo y de allí, a la cárcel. Desde entonces, la relación de casos de corrupción urbanística que han beneficiado a políticos y partidos no caben en un anuario y los nombres de los implicados llenan un listín telefónico: Palma Arena, caso Unión, trama Pokemon, caso Palau, caso Telde, Púnica, Gürtel..., un sinfín. “Y tal y tal y tal”, que diría Gil.