Pablo Casado, ante la Convención Nacional del PP que arranca hoy en Madrid para definir al partido tras su elección en julio como presidente en sustitución de Rajoy y configurar el programa-marco para las elecciones de mayo, se ha esforzado en calificar a su formación, en carta a los militantes, como “de centroderecha” y tradición “moderada” que apuesta por “alianzas constructivas”. Las declaraciones, orientaciones políticas y hechos -antes, durante y después de las elecciones andaluzas- están sin embargo muy lejos de sostener dicha afirmación y se alinean, no solo por el pacto con la ultraderecha de Vox, con las tendencias más reaccionarias del PP, alojadas en torno a la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), presidida y controlada por José María Aznar. Que Casado haya dejado la Convención en manos de su director de gabinete, Javier Fernández Lasquetty, y de la presidenta del ultraconservador think tank Red Floridablanca, Isabel Benjumea, ambos salidos de FAES, de la que el primero fue secretario general, solo lo confirma. También lo hacen las reticencias, aunque se les haya puesto sordina, del presidente gallego, Alberto Núñez Feijoo, o del propio presidente del PP del País Vasco, Alfonso Alonso, entre otros hacia el acuerdo con Vox y Ciudadanos en Andalucía, acuerdo que se puede considerar todo menos una “alianza constructiva” y que Casado está dispuesto a exportar y ampliar. Lo contrario que el PP de Navarra con Ana Beltrán a la cabeza, encantado de conocerse en ese giro a la extrema derecha y al nacionalismo español más viejo y casposo. Y aunque la motivación de no ceder votos a Vox esté presente en dicha deriva, lo cierto es que responde al papel que la actual dirección del PP y quienes inspiran a esta atribuyen al partido como aglutinador de la derecha estatal, tratando de ejercer de nexo entre los de Abascal y Ciudadanos, también con el fin de sujetar a estos últimos y evitar posibles alianzas con el PSOE. En realidad, no es sino la traslación práctica de la teoría que Aznar reflejó en aquel nada velado reproche a Rajoy cuando afirmó en octubre que “legué un espacio electoral unido; hoy ese espacio está dividido en tres y eso es muy mala noticia” y abogó por la “reconstrucción, refundación y futuro” de la derecha hispana. En este caso, una derecha una y trina en la que el PP no necesita de momento fagocitar a Vox. Tampoco la AP de Fraga lo hizo en su día con el postfranquismo más extremista al que posteriormente, se demuestra ahora, terminó integrando.