espués de un mes celebrando partidos bajo estrictas normas de seguridad, el último día de competición regular -la jornada 42ª en Segunda división-, el coronavirus se coló en el fortificado mundo del fútbol. Cuando el principal ejecutivo de esa gran compañía empresarial que aglutina a los 42 clubes profesionales ya cantaba victoria y proclamaba a los cuatro vientos que era imposible cometer un error en forma de positivos (para eso tienen un protocolo que les ha permitido vivir durante este tiempo en una burbuja), varios integrantes del Fuenlabrada han sido víctimas de contagios. Esto provocó la suspensión del encuentro con el Deportivo de A Coruña, el único que no se disputó en una fecha en la que debían jugarse todos los partidos y todos a la misma hora, lo que ha generado un tsunami de agravios (sobre todo entre los perdedores) y hasta la petición, sin visos de prosperar, de repetir todos los encuentros. Como ocurre con todo lo que rodea al mundo del balompié, las consecuencias se han magnificado a tal nivel que el incidente ha rebasado el ámbito deportivo y ha desencadenado un enfrentamiento entre los regidores de A Coruña y del municipio madrileño. En medio de este incendio descontrolado, que abre un horizonte complicado a la resolución de la temporada a la que todavía le queda el turno final de los play off de ascenso de Segunda a Primera, la incógnita que se plantea es qué puede ocurrir en la próxima campaña si ese blindaje no es tan impermeable como se había creído. Porque el calendario de fútbol es tan apretado, están tan solapadas las competiciones domésticas con las internacionales, que cualquier alteración provoca un desajuste en cadena. Y ese es un escenario que hay que contemplar, entre otras cosas, para que no vuelva a suceder lo de ahora, que unos abogan por ampliar la Segunda división a 24 equipos (un despropósito que añade un mes más de competición) o incluir un quinto equipo en la fase de ascenso a Primera. Las investigaciones que se están practicando apuntan a una presunta negligencia del Fuenlabrada por no ceñirse a lo recogido en el protocolo, responsabilidad que acaba salpicando al propio presidente de LaLiga, el controvertido Javier Tebas, uno de cuyos hijos es secretario del Consejo de Administración del club madrileño. El problema será, como otras tantas veces, que en el intento por sacudirse los problemas y contentar a todo el mundo se tomen decisiones que pasen factura al resto de equipos y a la propia competición.