La comparecencia de Sánchez anuncia la puesta en marcha de nuevo de su viejo Manual de Resistencia. No sé si los contenidos le servirán esta vez como le han valido hasta ahora en sus muchos momentos de incertidumbre de futuro, aunque acostumbrado a navegar siempre en aguas turbulentas y bailando sobre el filo de la navaja desde el golpe interno que le descabalgó de la secretaría general en el propio PSOE, todo puede ser. Son cuatro pasos de partida. Pasar a la ofensiva con un cierre de filas en el PSOE, unos primeros cambios de nombres antes de afrontar una renovación más importante y profunda de los cargos orgánicos del partido y posiblemente del Gobierno en las próximas semanas; el rechazo una vez más a un adelanto electoral manteniendo el horizonte de la Legislatura en 2027; una ronda de contactos con sus aliados en el Congreso para tratar de recuperar la estabilidad de la mayoría que sostiene su Gobierno; y arremeter contra la corrupción del PP y Vox retando además a Feijóo a presentar una moción de censura para la que sabe que no tiene votos.
Ya digo que no sé si el Manual de Resistencia será suficiente tal y como sigue la lluvia fina de filtraciones, informaciones y conversaciones telefónicas –muchas, es verdad, sin valor para el objeto de la investigación que se supone lleva a cabo la Guardia Civil más allá del morbo asqueroso que destilan–, de los principales protagonistas de la trama de cobro de comisiones por obras públicas en varias comunidades del Estado y empresas públicas por cientos de millones de euros con el navarro Cerdán señalado. Y con el tal Koldo como principal jefe de ceremonias, lo que da una idea clara de que a mejor no parece que vaya a ir nada. Tampoco tengo claro que la advertencia de que si cae Sánchez y su Gobierno la llegada inevitable será un Gobierno de PP y Vox sea igual de efectiva que lo ha sido hasta ahora entre sus socios y entre la opinión pública.
El espacio socioelectoral progresista es mucho menos permeable que el conservador a los casos de corrupción que implican a sus partidos. No obstante, es cierto que el relevo inevitable será un nuevo Gobierno más en el ámbito occidental conformado por una derecha que ha ido abandonando su espacio político en la centralidad para avanzar hacia posiciones reaccionarias extremas como este PP y la ultraderecha de Vox. Ambos ya gobiernan juntos en varias comunidades autónomas y ayuntamientos y las consecuencias son más bien penosas tanto en la simple gestión como en la involución de las libertades y derechos de los ciudadanos. Nada que no esté sucediendo en buena parte del mundo y basta con echar un vistazo por ejemplo a los EEUU de Trump. En realidad, tampoco hay margen para la moción de censura porque ésta exige un candidato alternativo y Feijóo sin los votos de Vox en la ecuación no tiene posibilidad de mayoría alguna y con los votos de Vox no parece probable que tenga otros apoyos. Además, tanto el PNV como Junts saben que el actual PP que lidera Feijóo está controlado por Aznar y su portavoz Ayuso y en el discurso político que ambos representan y enarbolan no entra la expectativa de acuerdos de con los nacionalismos vasco y catalán. Ese discurso del miedo a lo que venga quizá esté perdiendo fuerza –ya se lo dejaron claro ayer PNV y EH Bildu–, pero a la vez es también el agarradero más seguro que le queda a Sánchez para mantener el Gobierno. Al menos de momento.