con excesiva frecuencia sacamos a relucir nuestro orgullo de navarros. Luego nos dejamos quitar los manjares del morral. El 17 de febrero se cumplen 16 años de la muerte de José María Cabodevilla, nuestro mejor escritor de espiritualidad del siglo XX. Nacido en Tafalla el 18 de marzo de 1928. Tras los estudios sacerdotales, con licenciaturas en el Pontificio Colegio Español, nuestro obispo le encomendó la parroquia de Oroz Betelu. De esa experiencia pastoral nació su primera y deliciosa obra San Josecho a lápiz. Rápidamente la fina pituitaria de monseñor Casimiro Morcillo lo captó para llevarlo a Zaragoza y bajo su protección inició una enorme labor de escritor con un sello inconfundible en una prosa tan fina que se diría digna de Eugenio D’Ors. Su producción en el campo de la espiritualidad y la antropología alcanzaría las treinta y tres obras. Diez y ocho de ellas publicadas en la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos).

Es increíble que una lumbrera como la de José María Cabodevilla permanezca tan olvidada. Vengo preguntándome desde hace tiempo para cuándo hay que dejar un estudio serio de su doctrina, de ese refinado estilo y gracia que podría alimentar ensayos y tesis doctorales.

Al año de su muerte la Biblioteca de Autores Cristianos le hizo un sencillo homenaje en el Colegio de las Madres Escolapias, en Puerta de Hierro (Madrid). En el mismo edificio en que Cabodevilla residió durante cuarenta años, alternando el servicio a la comunidad de religiosas con sus exclusiva tarea de leer y escribir. Varias personas y amigos que le conocieron de cerca trazaron a su modo un retrato colectivo de José María. Esa colaboración se recogió en un humilde folleto que titularon Evocación de José María Cabodevilla editado por la Biblioteca de Autores Cristianos” (31 de mayo de 2009).

¿Y ya está?

Sin duda José María Cabodevilla donde mejor queda retratado es en sus obras, riquísimas de contenido humano, moral y espiritual, servidas en un estilo inconfundible. Serán inmortales Señora Nuestra, Aún es posible la alegría, Cristo vivo, 31 de diciembre (La muerte y después de la muerte, El pato apresurado o apología de los hombres, Palabras son amores (Límites y horizontes del diálogo humano)... y así hasta treinta y tres obras, sin olvidarnos de esa joya, por ahora descatalogada, El demonio retórico.

Pero no se deben esconder las lumbreras bajo el celemín. José María es una luz que puede guiarnos en este caos que vivimos hoy, una luz como su Cristo vivo descrito con profundidad mental y finísima pluma de uno de los escritores más sutiles de la pasada centuria. Cabodevilla hacía lo grande pequeño para asimilarlo mejor. “Jesús es el hombre sencillo y apto para la intimidad, el nombre pequeño que cabe en la boca”. Era un “navarro con acento galileo”. Lo escribió él en La impaciencia de Job. Llevaba el nombre en una medalla al cuello como carnet de identidad. “Si me perdía -le confiesa a Dios- cualquiera me hubiese devuelto al redil, a tu casa. Aunque me empeñase en decir que no te conozco, mi acento galileo me denunciaría”. Entre sus devociones marianas tenía una especial a Nuestra Señora de Ujué, donde se unen la estirpe navarra y el tonillo galileo. En La jirafa tienen ideas muy elevadas despliega una gran originalidad y un sentido del humor que no lo perdía nunca. Lo tenía representado en su estudio con una pajarita de papel encerrada en una jaula. El humor era el acento para comunicarse e incluso para titula sus libros que casualmente suman 33 como la edad de Cristo. Llegó a escribir que Dios es humor.

Hay que rescatar del olvido a José María Cabodevilla. Tenemos que dar un aldabonazo en Tafalla, en las autoridades civiles y eclesiásticas, en los editores y escritores. Se podría elaborar una documentada tesis doctoral no solo con lo que escribe Cabodevilla y cómo lo escribe, sino también con lo que ha leído y queda reflejado en su obra, clásicos y modernos, todo acompañado de una buena biografía. Para Mercedes Salisachs ha sido nuestro mejor escritor contemporáneo. “Sin alharacas, sin grandes alardes intelectuales ni retorcidas filosofías, pero con ese don tan preciado que solo los grandes pensadores y maestros literarios son capaces de exponer. Leerlo era, para mí descubrir horizontes siempre llenos de luz”. Aunque él hubiera huido de cualquier ostentación, merece sacarlo de la sombra para que brille en el puesto más alto de las letras actuales. Estoy haciendo un llamamiento para que alguien recoja el reto.

Cabodevilla es como un árbol robusto y frondoso de raíces profundas y muchas ramas, frutos y pájaros. Venid todos al paraíso donde jamás Adán escapa de las manos de Dios. Mirad cómo rezaba José María:

Dios te salve, María, Señora del Almendro.

Almendro sin par, sin varón, sin azada.

Llena eres de gracia y de pájaros de cien colores.

El señor es contigo y te da sombra.

Bendita tú entre todos los árboles,

más alta que el ciprés, más fecunda que la higuera más incorruptible que el cedro.

Y bendito es el fruto de tu rama, Jesús.

Santa María, madre de Dios,

ruega por nosotros pecadores,

ahora y en la hora de nuestra cosecha. Amén.