El poder de los pensamientos es enorme, puede influir en nuestro sentir, en nuestra conducta y en la respuesta orgánica de nuestro cuerpo. Un pensamiento puede generar una excitación sexual. El cerebro humano, ese pequeño órgano que representa menos del 2% del peso total del cuerpo, y que sin embargo requiere para su funcionamiento de más del 16% de toda la sangre que impulsa el corazón y que consume el 20% de todo el oxígeno que asimila el organismo, es el encargado de los pensamientos.

El cerebro regula todos los procesos vegetativos, cosa que significa controlar en tiempo real millones de variables fisiológicas a partir de las informaciones que recibe de todas las partes del cuerpo. La mayor parte de estos procesos se realizan al margen de la consciencia.

El cerebro humano es un órgano blanquecino, delicado y complejo. Afortunadamente, está muy bien protegido por una estructura firme de huesos, que se han unido para aislarlo y protegerlo, y por una telilla que lo recubre. Está tan bien protegido que casi nada puede entrar con facilidad directamente en su interior. Sin embargo, está absoluta y radicalmente indefenso ante las palabras, los pensamientos y las ideas que pueden penetrar fácilmente en su interior y dominarlo, y, como consecuencia, hacer creer a la persona que eso que cree es él o ella.

Mantra es una palabra sánscrita que se refiere a sonidos que, según algunas creencias, tienen algún poder psicológico o espiritual. Los mantras pueden tener o no significado literal o sintáctico. Su origen etimológico es la suma de dos elementos: el vocablo mans, que puede definirse como mente, y tra, que es sinónimo de liberación. Por lo tanto hablamos de liberar la mente.

Para la mayor eficacia de los mantras las personas deben utilizarlos tanto en voz alta como interiormente, según las circunstancias de cada momento, y se deben repetir constantemente y de una forma rítmica. Gracias a los mantras, la persona puede relajarse, concentrarse en una tarea determinada, y también acabar con las divagaciones que posee su mente. Todo ello sin olvidar que también ayudarán a la persona a eliminar de su cabeza todo tipo de pensamientos impuros.

Quizás también Goebbels, jefe del Ministerio del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda nazi, intuía la importancia de los procesos cognitivos y valoró que, repitiendo hasta la saciedad una mentira, adquiría el rango de realidad, para así influir en la opinión pública.

Un clásico experimento sobre la conducta colocó cinco monitos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas.

Cuando un mono subía la escalera para acceder a las bananas, los investigadores lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo. Después de varios chorros de agua fría sobre los monitos que no subían a la escalera, cada vez que uno lo hacía para acceder a las bananas, el resto de monitos comenzaba a golpearle, evitando de esa manera recibir el chorro de agua fría. Pasado un tiempo, ningún mono subía la escalera a pesar de la tentación de las bananas. Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos por otro nuevo. La primera cosa que hizo el nuevo monito fue subir la escalera para coger las bananas, siendo rápidamente bajado por los otros a golpes. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera, ¡por la cuenta que le traía!

Un segundo monito fue sustituido y ocurrió lo mismo. Los investigadores observaron que el anterior sustituto también participó con entusiasmo en la paliza al novato.

Un tercero fue cambiado y se repitió el hecho, y el cuarto y, finalmente el quinto y último monito de los veteranos que habían sufrido los chorros de agua fría fue sustituido.

Los investigadores quedaron entonces con un grupo de cinco monitos que, aún cuando nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a las bananas.

La conclusión que sacaron los investigadores de la conducta fue que los nuevos monitos actuaban así por costumbre, por prejuicios, sin saber qué pasaba si subían por la escalera para coger las bananas.

Llevamos semanas escuchando en nuestra comunidad un mantra repetido continuamente por el PSN “Con EH Bildu no hay diálogo”, “con EH Bildu no hay diálogo”. Nos imaginamos a su presidente, con su dilatada experiencia en salud mental y sus aptitudes para el estudio y la transmisión del conocimiento, aleccionando a sus compañeros de partido sobre la influencia de los pensamientos en el desarrollo de las personas, y la importancia de ir asegurando un pensamiento para que no se diluya ni se resquebraje: “con EH Bildu no hay diálogo”, “con EH Bildu no hay diálogo”.

Fue Einstein quien exclamó ante los acontecimientos sociales: “qué triste estos tiempos, en los que es más fácil desestructurar un átomo que destruir un prejuicio”.

El autor es psicólogo clínico