l 1 de enero del 2021 es ambas cosas a la vez, el último capítulo de cuarenta y siete años de pertenencia del Reino Unido a la CEE primero y a la Unión Europea después, y el primero de su nueva aventura en solitario tras romper sus ataduras en busca de una soberanía que no existe en un mundo globalizado, y de un control de las propias leyes y fronteras (el eslogan del brexit) que en el fondo es una quimera; parece que desde hoy el estrecho de South Foreland, en el condado de Kent, se ha hecho más grande, y también que ha crecido la distancia que le separa del continente, el cabo Griz Nez, más allá de los treinta y tres kilómetros de distancia reales, como si hubiera vuelto, de repente, a sentirse la insularidad británica que le salvó de la invasión nazi o que propició el dorado aislamiento de la época victoriana.

Claro que seguirán siendo accesibles a los británicos, pero los escargots y el jamón pata negra, las voces de Julio Iglesias y Mireille Mathieu, la literatura de Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre y Milan Kundera se han vuelto totalmente extranjeros, y no digamos el Café Flore del Boulevard Saint-Germain, ese está en otro mundo. Hoy, día 1 de enero de 2021, parece que la Unión Europea ha perdido brillo e intensidad, parece como una luna menguante con la salida de su socio fundador junto a Francia y Alemania, pero más cohesionada en el futuro sin su receloso socio británico.

Nunca antes Gran Bretaña había ejercido tanta influencia sobre el resto de Europa como en las últimas décadas, habiendo tenido un papel decisivo en la creación del mercado único (Thatcher) y en la ampliación del club a la Europa del Este (Blair). Pero jamás aceptó que se tratara de un proyecto político federalista, tenía una relación privilegiada y casi única con el resto de sus socios comunitarios, tenía su propia moneda, la libra; entre otras peculiaridades, pero siempre a modo de nota discordante, cada cierto tiempo reclamaba de Bruselas ciertas exenciones y dispensas en base a su tradicional peso político, a su pasado esplendoroso.

El otrora enemigo acérrimo del franquismo, Gran Bretaña, a la que el régimen se refería como la pérfida Albión, es desde hace ya unas décadas un aliado económico y político de primer orden. Así, en la actualidad unas 700 empresas británicas invierten en España. Vodafone, Barclays, EasyJet y BP son algunas de ellas. En la década pasada, según datos del British Council, el Reino Unido fue nuestro segundo mayor inversor extranjero y España es uno de los principales inversores en el Reino Unido, con cerca de 400 empresas registradas: Telefónica (O2), Iberdrola (Scottish Power), Ferrovial (BAA) y Banco de Santander (Abbey) son algunas de las más importantes

Con los datos referidos al año 2019, España fue el séptimo mercado de exportaciones para los británicos, con un total de 14,55 millones de libras esterlinas. La cifra es mayor que la suma de las exportaciones realizadas en el mismo periodo de tiempo a India y a China. Afortunadamente, si observamos las exportaciones españolas a la isla, el saldo final se nos presenta positivo, ya que supuso un total de 18,62 millones de libras, mayor que las realizadas a toda América Latina. Así exportamos principalmente productos hortofrutícolas, tres de cada 5 piezas son de origen español, y coches; el año pasado unos 327.000 coches. Anualmente nos visitan unos 18 millones de turistas británicos, sobre todo a Canarias y Costa del Sol, por no contar con los más de 300.000 ciudadanos británicos instalados en nuestro país. De no haber llegado a un acuerdo de salida del brexit, las relaciones bilaterales pasarían a regirse por las reglas de la Organización Mundial del Comercio, lo que encarecería cada producto exportado con un arancel medio cercano al 7% al ser el Reino Unido, un país tercero, frente al 0% de aranceles al haberse firmado el acuerdo.

En las próximas semanas se verá si prevalece la normalidad o el caos con las nuevas fronteras. Europeos y británicos se han puesto de acuerdo en hacer la vista gorda hasta el verano, excepto para cargamentos de alcohol y tabaco, de modo que se produzca un aterrizaje más o menos suave. Diariamente cruzan el canal cinco mil vehículos con carga de valor de 1.500 millones de euros. El premier británico ha insistido en que quiere establecer una relación especial y privilegiada con sus vecinos de la Unión Europea.

"Si el mar se lleva por delante una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, la casa de un amigo o la tuya propia", escribió el poeta John Donne en 1624 con un espíritu europeísta que la mitad de los británicos no tienen cuatro siglos después.

El otrora enemigo acérrimo del franquismo, Gran Bretaña, es desde hace ya unas décadas un aliado económico y político de primer orden

El premier británico ha insistido en que quiere establecer una relación especial y privilegiada con sus vecinos de la Unión Europea