Los historiadores de derechas se lamentan de que los historiadores de izquierdas cuando hablan de los bombardeos que ocasionaron cientos de civiles muertos durante la Guerra Civil solo se acuerdan de los de Guernica, Durango y Eibar, añadiendo que se olvidan de citar los que sufrieron las ciudades de Pamplona, Tudela y Lumbier. No es verdad tal inculpación. Lo que pasa es que el color de la realidad es según el cristal con el que se la mira. De hecho, en noviembre de 1997, el periódico Diario de Noticias publicó un reportaje amplísimo sobre estos bombardeos, firmado por Iribarren, Iturri y Gil. Marrodán publicó otra extensa crónica en 2005, en el Diario. Y Pérez Nievas en 2010 recordaba el bombardeo de Tudela y la placa colocada en una calle en recuerdo de quienes murieron.

Los historiadores de derechas no solo quieren que se conozcan estos bombardeos republicanos, sino que reivindican que la historia los eleve a categoría de genocidio, que es la etiqueta con que las izquierdas califican los bombardeos de Guernica. De hecho, Iñaki Iriarte (UPN), en junio de 2016, presentó una moción en el Parlamento reclamando unas placas conmemorativas con los nombres de los navarros muertos en aquellos días. Koldo Martínez calificó aquella moción como “una indecencia”, y así lo entendió el resto de los partidos, que la rechazó, excepto UPN. Igual habría que pensar con carácter retroactivo que las placas de Tudela son una indecencia o solo responden así según la tendencia política de quien manda.

Los bombardeos aludidos tuvieron lugar el año 1937. El 22 de mayo en Pamplona; el de Tudela, el 13 de agosto; el de Lumbier, el 25 de septiembre y, nuevamente, Pamplona, el 11 de noviembre. Arriba España, El Pensamiento Navarro y Diario de Navarra los dio a conocer calificándolos como crimen. Lo que pasa es que lo mismo podía aplicarse a los bombardeos golpistas en otras ciudades abiertas. Queipo de Llano, en una intervención radiofónica referida al primer bombardeo de Pamplona dijo: “Será preciso que cortemos esas incursiones de los cobardes aviones rojos por los mismos procedimientos que ellos emplean, esto es, por el terror” (Diario de Navarra, 23.5.1937). Olvidaba que eran los republicanos quienes estaban imitando el ejemplo de los rebeldes, pues éstos el 26 de abril ya siguieron a Tonel su consejo, aplicando un bombardeo de terror a Guernica.

Si el parlamentario de UPN, cuando hablaba de estos bombardeos, incluía en ellos al que se “considera el último bombardeo sobre la población civil de Pamplona”, fechado el 18 de enero de 1938, no lo sé. Quienes lo citan aseguran que “fue un avión ruso Katiuska de la primera escuadrilla que arrojó varias bombas sobre la capital con el saldo de un muerto, cuyo nombre se desconoce, y varios heridos”. Lo refieren Baleztena, en 2013; Garralda en 2014; M. J. Rodríguez en la revista Ares, D. Mariezkurrena, en Diario de Noticias, J. Vaquero y el blog Navarra Resiste, en 2017; Juan Cruz Alli y Mendiburu en 2018; en 2021, Corpas Mauleón en su novela Guerreros y Ruiz Vidondo en el periódico La Razón, para quien la “historia oficial no quiere saber nada de estos bombardeos”, tanto los de 1937 como el de 1938. Lo que es falso.

¿Qué documento alegan quienes citan este bombardeo de 1938? Ninguno. Cuando consultas los periódicos citados y publicados el 19 de enero de 1938 y días posteriores y no encuentras referencia alguna al bombardeo, piensas que aquí hay algo que no cuadra. Si se revisan las esquelas y defunciones publicadas el día posterior, comienza la suspicacia. No hay constancia de ese muerto, ni en la Casa de Socorro se atendió a los heridos de ese fatídico bombardeo. Repasas el Registro de inhumaciones del cementerio de Pamplona en los días del 18 al 20 de enero y concluyes que hubo 16 muertos, sí, pero ninguno por la metralla aérea marxista.

Las Actas municipales no aluden a un bombardeo en esa fecha. Ni se aprueba moción alguna referida a futuros gastos para reforzar las defensas antiaéreas, ni hay propuesta de celebración religiosa… En el acta del día 27 de enero de la Comisión permanente municipal se lee que se suspendió la reunión por causa de una falsa alarma aérea debida a un avión nacional desorientado por la niebla y que la gente confundió con un Katiuska.

En el tomo denominado Documentación de la Cruzada Nacional de España –Archivo Municipal–, de enero a junio del 38 no consta el hecho. No hay testimonio de cartas ni telegramas de condolencia ni de solidaridad enviados por personalidades e instituciones de Pamplona o de otras ciudades a la Corporación. Ni se reproducen los habituales recortes de la prensa extranjera condenando el nuevo bombardeo marxista, como se hizo en 1937. En agosto de 1936, por dos veces la prensa golpista alertaría de un avión rojo surcando los aires de Lesaka que soltaría 16 bombas, matando a un gato. ¿No iban a publicar lo de este avión de 1938 que, encima, había matado a un individuo?

En la sección Diario en el recuerdo de hace 75 años, con fecha del 18 de enero de 2013, tampoco se rememora. Y Diario no sigue perdonando una a los republicanos malos.

No queda más remedio que preguntarse si hubo tal bombardeo. Si existió, resulta insólito que los periódicos obviaran ese providencial pretexto para cargar las tintas contra la horda roja, marxista y separatista. No era su estilo, ni propio de su deontología. Encontrarse con un hecho de proporciones tan criminales, gracias al cual podían mostrar al mundo entero la naturaleza “intrínsecamente perversa del comunismo”, no sucedía todos los días, menos en una ciudad abierta.

Ignoro el nombre del muerto y de los heridos. Y da la sensación de que habrá que resignarse a no conocerlos nunca. ¿Signo inequívoco de que no existieron? Seguramente. Todo un alivio. Y, bueno, habrá que andar con mucho tiento a la hora de afirmar que el 18 de enero de 1938 hubo un bombardeo republicano de Pamplona. Por lo menos hasta que algún historiador meticuloso y riguroso nos lo confirme con pelos y señales documentales. A ver si llega ese día.