No era un asunto personal. Lejos de revanchas, de cuentas pendientes, de dimes y diretes, sobre el verde de El Sadar se discutía de fútbol, de formas de entender el juego. Y en el caso de Osasuna si el modelo elegido ahora es el que mejor se adapta a su estilo y al gusto de la afición, o, por contra, asumir el error de que con los conceptos aplicados por Diego Martínez, reposados con tiempo, explicados en lenguaje terrenal, tendríamos hoy un equipo con el que identificarnos y estar orgullosos. Ese plebiscito creo yo que ya estaba ganado hace semanas, pero había que contraponer conceptos, verlos cara a cara, comprobar si lejos de las pasiones uno podía con el otro en el terreno donde estas cosas se resuelven, en el campo y no en los papeles. Y el despliegue en el rectángulo (y el resultado que le acompañó) vino a demostrar el acierto en la elección de Arrasate para conducir este proyecto, el criterio que ha aplicado el entrenador, la interpretación (y la improvisación cuando el momento lo requiere) de los futbolistas y la bendición de la hinchada a todo este proceso. Ese es el fútbol que quiere el osasunismo, el de la ambición por ganar más que el de la preocupación por no perder, el de la velocidad para salvar líneas, el de intentar mandar en el juego, el de imponer su personalidad. Seguro que Diego Martínez pretendía lo mismo o algo parecido cuando se hizo cargo de la plantilla, pero el resultado fue el contrario y la decepción, gigantesca. No quiero decir que este Granada vaya a correr una suerte parecida, pero adolece de esa parte de pasión necesaria para cubrir lo que no abarca la técnica ni los trazos en la pizarra; ayer, la ausencia de Montoro y Fede San Emeterio le privó de ese plus de energía en el medio campo y el equipo de Martínez fue aquel Osasuna de la pasada temporada: replegado, conservador, fiado a las jugadas a balón parado, previsible y que necesita el cien por cien de eficacia defensiva para no salir derrotado. Y eso con una de las mejores plantillas de la categoría.

Osasuna y Arrasate pasaron la prueba con nota: no habrá sido el partido más vistoso desarrollado como local, pero el fútbol de los rojillos es como el guión de las buenas películas: mantiene la atención durante todo el tiempo, ofrece golpes de efecto que te revuelven en la butaca o en el asiento y garantiza la tensión narrativa hasta el final. No sé cuánto puede prolongarse esta racha de imbatibilidad, pero quizá la táctica del Granada es la única posible frente a un rival que, tarde o temprano, va a encontrar el punto débil. Algo de eso sabía el entrenador gallego.

Pero bueno, Martínez es el pasado, esa piedra con la que tarde o temprano vuelve a tropezar Osasuna cuando no impera la sensatez en la toma de decisiones. Vamos a ver ahora como responden el entrenador y el equipo ante este nuevo salto cualitativo que supone estar encaramado en lo alto de la tabla, ser aspirante al ascenso directo, haber abierto de par en par las puertas de aquel ático polvoriento y nostálgico de otro tiempo. La temporada entra en una dimensión nueva y exigente, pero después de asistir al partido de ayer (como a los anteriores jugados en casa) tenemos una certeza más: el fútbol no se equivoca.