Pamplona - Osasuna ha comenzado a profundizar más en las posibilidades que le brinda su estadio, este campo inexpugnable donde ya se impone el respeto, y ayer no sólo insistió en esta larga racha de encuentros sin conocer la derrota -ya son 30-, sino que enseñó una versión mejor, ofreciendo todo un espectáculo. El Valencia se vio achicado por la expulsión para la media hora de uno de sus hombres, pero el conjunto rojillo, esta máquina engrasada y reluciente que ha montado Arrasate, ya estaba para entonces operando a una velocidad a la que no podía llegar su rival.

Osasuna se llevó la victoria ante un gran oponente que no llegó a sufrir a Pamplona y que, en cuanto se le puso la noche fea y desagradable, claudicó, sacó la bandera blanca. Sólo la falta de puntería, la ausencia de colmillo en los últimos metros, hizo que los rojillos perdonaran una goleada, algo que no disimuló los muchos minutos de auténtico baile, de rondo sonrojante para un Valencia que, con unos menos, pareció querer salir corriendo del estadio.

Osasuna completó su mejor encuentro de la temporada y sacó a relucir su imagen más intrépida. Los puntos frente a un gran rival, disminuido por las habilidades de los rojillos, confirman lo que ya se sentía: que Arrasate y los suyos andan por el buen camino, que hay motivos para seguir ilusionados y esperanzados, que hay un estilo. Que acudir a El Sadar, ver los partidos que allí se cuecen, es un gusto.

El Valencia es un equipo de Liga de Campeones con jugadores a priori endurecidos por la exigencia del calendario y anímicamente también forjados por los vaivenes en una entidad con sustos a cada esquina, a cada jornada. No había duda de que la altura del oponente debía sacar lo mejor de Osasuna. El equipo de Arrasate respondió al reto y, en un primer tiempo demasiado accidentado, ya fue mejor. Lo fue antes del gol del Valencia, después de reanimarse tras ir por detrás en el marcador, cuando el Valencia estaba con once y se quedó con diez por la chiquillada del malhumorado Rodrigo, después de empatar.

Salvo en la jugada del gol, en la que el Valencia le buscó las costuras a Osasuna por el lado de Raúl Navas, a quien se comió Gameiro antes de centrar para que marcara Rodrigo con molesta facilidad, a Arrasate y los suyos no les faltó ni temple ni ganas ni argumentos futbolísticos para ser superior a su oponente.

El Valencia, que no apareció en el partido hasta un lance anterior al gol de su delantero internacional, estuvo cómodo en su papel de dominado; aunque las oportunidades le cayeran por todos los lados por el juego vertical y vía carriles de los rojillos. La torpe expulsión de Rodrigo facilitó las andanzas a Osasuna. El atacante soltó el codo en una caída con Estupiñán y no hizo falta casi ni asesoramiento del VAR por el juez de línea, en primera fila en la jugada, ya le había dicho al árbitro que había habido una tontería en la voltereta.

Osasuna tocó a la carga en los veinte minutos finales antes del descanso, en los que fue un ciclón. Con Darko Brasanac, manijero cerebral, y profundidad por las bandas, en una de esas jugadas de presión absoluta los rojillos empataron. Una defensa estática permitió a Rubén García recoger un rechace del portero y que su centro fuera rematado de cabeza por un Oier imperial, flotando en el aire entre zagueros de piedra, con Kondogbia llegando con retraso en su marcaje. Osasuna estaba desatado cuando sonó la bocina salvadora para el Valencia.

No hubo perdón en el segundo tiempo. Quizás sí lo hubo en la dimensión del castigo que recibió el Valencia. A la trituradora de Osasuna sólo le faltó tener una mediana eficacia de cara al marco contrario para haber terminado con un resultado de escándalo, con una goleada. No hubo noticias del conjunto valenciano y sí un sometimiento absoluto por parte de los rojillos. Osasuna terminó de darle la vuelta al marcador al poco de la reanudación, en el segundo aviso que daba por la banda derecha. A Roberto Torres le dieron demasiados metros para centrar con comodidad y Rubén García se comió a su marcador y anotó en plan 9, con un testarazo demoledor.

El festival de Osasuna fue un carrusel loco de oportunidades, de un juego aplanador que dejó de margen al Valencia unos metros alrededor de su área por dónde circular, nada más. Oier, Chimy Ávila, Marc Cardona, que había relevado al lesionado Adrián, Torres en varias ocasiones; continuos centros desde las bandas, carrileros como extremos... Osasuna, trabajando con normalidad, puso al borde del ridículo al Valencia durante muchos minutos. También supieron los rojillos digerir unos instantes de tontería, esos que nacen de un encuentro facilón, y se pusieron manos a la obra en el cuarto hora final con más ocasiones de Torres y Nacho Vidal, El gol de Estupiñán, en otra jugada de ataque multitudinaria de Osasuna, puso la guinda al marcador, porque siguieron cayendo oportunidades. Las de todo un partidazo en El Sadar. Donde no gana el visitante. Lo habitual.