Dice el eslogan publicitario que el fútbol es descomplicado. Ya. El fútbol es un deporte de normas sencillas que en su nivel más alto ha recurrido a la tecnología de vanguardia para examinar la aportación individual de los jugadores y para dictar sentencia sobre los lances del juego que escapan a la observación o buen juicio del árbitro. Todo se mide por milímetros, desde la distancia que recorren los futbolistas hasta el grosor de la puntera de una bota que acaba desvelando la existencia o no de un fuera de juego. Tengo para mí que este fútbol de alta tecnología aporta globalmente más cosas positivas que negativas; es cierto que va acabando una manera tradicional de entender la interpretación del juego y de que no es capaz de divulgar unos criterios homogéneos ante situaciones similares, pero es innegable que arregla errores de bulto que anteriormente eran irreparables. Sin embargo, el fútbol es tan complicado que ni congelando la imagen ni analizando diez tomas diferentes llegan en muchos casos a decisiones concluyentes e irrefutables para todo el mundo. Yo, por ejemplo, veo que la bota de Oier despeja el balón antes de que meta el pie Lucas Pérez y el delantero caiga al suelo fruto del impacto entre ambos sobre la línea de cal. El VAR vuelve a castigar a Osasuna con un penalti, insensible, al parecer, a las quejas expresadas la pasada semana por el presidente del club, Luis Sabalza. Por cierto, que el mandatario dijo ante la asamblea de compromisarios que “el fútbol es del pueblo” pero creo que las decisiones importantes están en manos de los ingenieros que trazan líneas de colores sobre una pantalla.Como si se tratara de dilucidar el ganador de una carrera ciclista en un ajustado sprint final, la foto finish del fútbol resuelve ahora un fuera de juego o una posterior expulsión que condiciona el desarrollo del partido y nos la da congelada para que salgamos de dudas. Entre el pie de un rezagado Juan Cruz y el de un astuto Deyverson apenas cabe un palillo puesto de canto pero encuentra el margen suficiente para desmontar la estrategia y la preparación de un partido en el que Osasuna buscaba una reacción que no llega en forma de puntos. Segundos antes, una acción de ataque del equipo de Arrasate con balón al palo termina anulada no se sabe bien si porque el árbitro cree ver la pelota fuera de los límites del campo o un posible fuera de juego. El realizador de televisión no lo aclara. Sugiero que en un nuevo paso adelante y a semejanza del fútbol americano, los árbitros utilicen el micro para explicar verbalmente lo que han interpretado.

Pero el partido deja también otra foto finish, menos polémica y más conciliadora, que refleja, en el final de un buen año deportivo para Osasuna, a un equipo tenaz y capaz de sobreponerse a los contratiempos. Competir más de ochenta minutos con un jugador menos, aplicarse a un ejercicio defensivo que no concede remates entre los tres palos, desplegar un encomiable esfuerzo físico y, sobre todo, mantener la ambición por ganar el partido, animan a creer que hay margen temporal y humano para salir de esta situación. Solo falta también que algún día ese fútbol de tiralíneas tecnológico ponga la lupa en agarrones y empujones dentro del área a los chicos de la camiseta roja.