Seguro que por los números, el contexto de torneo y la envergadura de los equipos en liza pueden imaginar fácilmente a cual de los semifinalistas de la Supercopa de España de este jueves en Riad le señaló once faltas en la primera mitad, por tres al oponente, y a quien le sacaron cuatro tarjetas amarillas incluido a su entrenador y, sin embargo, al contrario no se le amonestó ni una sola vez. No cabe duda de que Osasuna fue el equipo tarjeteado y al que el colegiado le frenó en la presión a base de señalarle infracciones recurrentes por contactos leves.

Falta señalada a David García en la primera mitad.

La primera mitad de la semifinal contra el Barcelona ofreció un equipo rojillo poderoso en el despliegue y serio en sus convicciones. Los muchachos de Arrasate se aplicaron en juntar las líneas y acosar en la salida de la pelota y el Barcelona las pasó canutas para avanzar metros y salir del atolladero.

Pugna entre Koundé y Arnaiz, donde también se señaló infracción a favor del culé.

De vez en cuando, el colegiado le echaba una mano señalándole alguna falta en zonas peligrosas o en recuperaciones de balón propias del ardor del juego. Fue complicado de esta forma añadirle un poco de pimienta en la defensa y el achique, puesto que el colegiado apenas toleró los contactos. Y de esta forma, su arbitraje se fue haciendo previsible y fue asentando un criterio. Otra cuestión es que, según el color de la zamarra, ese criterio fuera ecuánime y estuviera bien repartido. De ahí que, desde que en esa primera mitad en la que la mayoría de las caídas y aspavientos de los azulgrana, se señalaban como falta en contra de Osasuna, el equipo de Arrasate ya salió trasquilado en cuanto a las cifras de infracciones señaladas y las sensaciones de que aquella contienda no estaba siendo ecuánime en su veredicto. Algo que se confirmó con el tiempo. Incluso con el partido decantado, el colegiado pudo sacar una amarilla a Yamine Lamal en un par de faltas en las que llegó tarde a la pelota y echó mano de las zancadillas, pero ahí también a Muñiz se le vieron los colores.

Otra infracción que indignó a los rojillos, por esta falta pitada a Moi Gómez sobre Sergi Roberto.

De hecho, al filo del cuarto de hora, hubo una jugada que puede recordar en cierta manera a la polémica de Arnaiz. Osasuna no pudo culminar una jugada en el área culé y el Barcelona sacaba la pelota por la izquierda con el equipo muy replegado. En la línea de tres cuartos de Osasuna apareció David García para tratar de anticiparse a Lewandowski en la acción. Forcejaron con los brazos, el polaco se estiró hacia atrás, perdió el pie y el árbitro no dudó en señalar una falta en semejante zona delicada. En caso de no pitarla, el equipo rojillo tenía una pelota para armar una jugada de peligro. No quiere decir esto que no fuera falta, sino que el criterio del colegiado se asentó sobre la labor de señalar contactos de los más livianos.

Secuencia de la acción en la que se le sacó tarjeta amarilla a Iker Muñoz por ir al suelo al igual que Balde.

El avance de los minutos fue consolidando al menos esa impresión de que Muñiz Ruiz iba a pitar cualquier caída posterior a un contacto, al menos si la camiseta era azulgrana. Así lo demostró en un braceo entre Koundé y Arnaiz cuando el lateral francés se precipitó al sacar un balón y en otras dos jugadas de Sergi Roberto con Moi Gómez, donde el catalán se fue al suelo cuando el jugador rojillo le apretó, en una de ellas con los brazos y la otra al meter la puntera para intentar cortar una apertura a banda. En otros encuentros, según el listón que hubiera establecido el árbitro correspondiente, es fácil que alguna de esas acciones no se hubiera interpretado como falta.

El balón quedaba a merced de Muñoz, pero Balde se queda del golpe y el árbitro indica falta.

Además, en el minuto 39, después de que Budimir hiciera una de las jugadas del partido e Iñaki Peña le sacara un remate con el pie que iba a gol, el árbitro intervino de nuevo para sofocar las acometidas rojillas. Ese rechace del portero culé salió hacia la frontal sin control y se quedó a dos aguas entre Balde e Iker Muñoz, que se lanzaron al césped en busca de anticiparse a la pelota. Ambos disputan el balón con la bota por delante pero sin enseñar el taco, con la pierna semiencogida y mostrando el empeine, en un tackle sin mala intención por parte de ninguno de ellos, y en el que el esférico queda de hecho enredado entre las piernas de ambos. Sin embargo, el lateral blaugrana se queja de un golpe en el muslo y el colegiado actúa rápido. Ante la posibilidad de que Muñoz pudiera hacerse con esa pelota a un metro del área, el trencilla le pitó falta y le sacó tarjeta amarilla. El canterano de Osasuna no daba crédito.