La pregunta es: ¿Osasuna ha sumado un punto en Valencia o ha extraviado dos? Yo creo que lo segundo. El empate sabe a poco tras celebrar el control defensivo ejercido por los rojillos durante todo el encuentro y palpar el temor que se apoderó de los locales en el último tramo ante la posibilidad de volver a perder y hundirse más en la clasificación, recostado en su área y como un flan a la hora de alejar, que no jugar, el balón. Osasuna olió a sangre demasiado tarde, comprobó la endeblez del rival (será el Valencia más asequible de los últimos años), pero le costó cambiar el registro cuando el momento pedía ambición desatada y mente criminal.

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Las notas del Valencia-Osasuna: Herrera sella la portería DIARIO DE NOTICIAS

El entrenador también estuvo contenido en sus decisiones y retuvo en el banquillo a Bryan Zaragoza más de lo que aconsejaba el momento y la debilidad de Jesús Vázquez en su banda. No dudo de las palabras de Vicente Moreno y de su intención de salir siempre a ganar; pero tengo para mí que arrastra en la mochila el peso de la estadística, de esos datos que cada quince día le recuerdan que no logra una victoria como visitante desde hace casi tres años. Una circunstancia –el fútbol no puede abstraerse de las circunstancias– que venía agravada esta vez por la pésima imagen ofrecida en Girona y Vallecas, por el desplome del equipo en todas sus líneas y por los siete goles recibidos. No pongo en duda, decía, que cada decisión estratégica tomada para este partido buscaba la victoria como meta, incluso con los cuatro cambios introducidos en la alineación respecto al duelo con Las Palmas. El técnico valenciano sentó en el banquillo a Catena, Budimir, Rubén García y Bryan Zaragoza, pensando en la visita del Barcelona el sábado más que en el compromiso de Mestalla, que con el paso de los minutos se antojó más al alcance del potencial rojillo.

Sin embargo, esta rotación que permitió volver a ver la capacitación de Herrando, la buena dinámica de Pablo Ibáñez y lo lejos que sigue Moi Gómez de ser el futbolista diferencial que fue el año de su debut, este trasiego de entradas y salidas tiene también una lectura positiva: el entrenador quiere seguir mostrando lo mejor del equipo en El Sadar, que los aficionados disfruten en directo de la versión más ambiciosa e infatigable de Osasuna, ahí donde se escribió la leyenda del fortín. Porque ayer, lejos de la reserva futbolística de Pamplona, una vez más los rojillos movieron el balón con la lentitud de un caracol cojo, interpretaron la partitura de la posesión de balón (superior en muchas fases a la del Valencia) con menos ritmo que una rondalla de la tercera edad, pasándose la pelota como quien comparte una bolsa de pipas y, cuando querían trazar una línea vertical, acababan entregando la pelota al contrario. Así fue durante muchos minutos. Demasiados

Con un poco más determinación por parte de todos, y con un poco más de acierto en el cabezazo de Budimir, estaríamos corroborando que sí, que es verdad, que Osasuna de Moreno sale a ganar en cualquier escenario y que ante un adversario como el de ayer, además gana. Que no firma un empate por conservadurismo, aunque este 0-0 sirva para alcanzar el punto 11 y vaya sacudiendo fantasmas de las cabezas.

Confidencial

La renovación de Ibáñez sigue estancada. El asunto lleva camino de convertirse en un culebrón de dimes y diretes de las partes concernidas. Al parecer, el término “negociación” no se ajustaría con fidelidad a la situación entre club y agentes del futbolista; Osasuna les trasladó su propuesta de renovación hace meses y ahí quedó todo hasta el día de hoy, sin entrar en más debates. La entidad rojilla sostiene su oferta de forma inflexible.


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