En 1972, mientras el cosmonauta soviético Alexei Leonov daba el primer paseo espacial de la historia, Estados Unidos, que iba por detrás en aquella absurda y costosísima "carrera espacial", se encontraba violentamente sacudido por disturbios raciales, toda vez que las autoridades americanas se negaban a reconocer los derechos civiles y la igualdad de los ciudadanos de color. Más cerca de nosotros, y ya en los estertores del franquismo, Televisión Española popularizaba series como Daniel Boone y Skippy el canguro, mientras que los pamploneses con dos dedos de frente veían atónitos cómo España enviaba a Eurovisión un bodrio titulado Amanece, interpretado por Jaime Morey.

En el año 1962, el Ayuntamiento de Pamplona, compuesto al parecer por personas con muchos menos prejuicios que hoy en día, había decidido dedicar una avenida principal de la Iruñea moderna a la capital de Lapurdi. Para ello se eligió una amplia y larguísima calle, que se encontraba aún en fase de construcción, pero que estaba destinada a ser la arteria principal del nuevo barrio de San Juan-Donibane. Con esta decisión se reconocían, se recordaban y se perpetuaban las estrechas relaciones que dos de las más importantes ciudades vascas de la Edad Media, Pamplona y Baiona, habían tenido a lo largo de la historia, desde los tiempos en que Navarra era independiente

Hoy en día la avenida de Bayona, cumpliendo las expectativas que en su diseño y desarrollo se habían depositado, es una de las arterías más vivas y dinámicas de la capital, además de ser la calle principal del moderno Donibane, y vía que comunica esta zona de la Pamplona moderna con el casco histórico.

En los 39 años transcurridos, la calle ha cambiado profunda y evidentemente, pues se ha urbanizado de forma completa y se han colmatado la mayor parte de los espacios abiertos que en 1972 quedaban aún por definir. Como resultado, la avenida de Bayona ha perdido aquel aspecto semirrural, propio del extrarradio pamplonés de la primera mitad de siglo XX, y ha dejado de ser un segmento del viejo "camino del Cementerio" con el que nuestros abuelos la habían conocido. Las casas de la izquierda certifican la correspondencia de ambas tomas, y hasta la isleta central nos indica que estamos muy cerca del punto exacto en el que se situó el fotógrafo en 1972. De hecho, debemos reconocer que nos desplazamos un metro hacia la derecha, de manera deliberada, para que los arbolitos no nos ocultaran las casas del fondo de la calle, que también existían hace 40 años. Han desaparecido las casitas bajas que ocupaban el centro de la imagen de 1972, y han brotado en cambio, como por arte de magia, los macizos y geométricos bloques de pisos que componen el alineamiento de edificios en la acera de la derecha.