Una promoción de 28 viviendas de Erro y Eugui, que ha vendido ya 26 de los pisos, fue la primera en comenzar a entregar las llaves y seis de las familias descansan ya en la zona nueva del barrio. Aunque la primera impresión es francamente buena, los nuevos vecinos están contando los días para que el barrio se vaya poblando, lo mismo que los comerciantes de la zona antigua.

Está previsto que en marzo se entreguen las llaves de dos promociones de la cooperativa Vitra, de 115 pisos de VPO cada una, que cuentan con licencia de obras desde diciembre de 2010. Además, Urbanismo ha otorgado la licencia de obras para otras 1.392 viviendas y se están tramitando las licencias para 549 pisos más. En todo caso, esa promoción de Erro y Eugui con licencia de primer uso desde diciembre será recordada por haber sido la primera del nuevo barrio. Y el matrimonio formado por José Antonio Blanco, de 34 años, y Paula Conde, de 32, podrá presumir de haber sido el primero en llegar a este nuevo desarrollo urbanístico. Al menos eso es lo que creen: "Vinimos el 28 de diciembre y creemos que fuimos los primeros en quedarnos a dormir, al menos no vimos ninguna luz ni nada. En este edificio todas las viviendas excepto dos están vendidas, pero la gente se lo está tomando con mucha calma para ir viniendo".

cerca del centro Esta simpática pareja, además, ha "encargado" un nuevo vecino para el barrio, que llegará en cuatro meses y medio. José Antonio y Paula están convencidos de que Lezkairu será un barrio perfecto para su primer hijo. "Estamos muy cerca del centro, tardamos ocho minutos de reloj andando, y seguro que todo se irá animando poco a poco. Nosotros estamos con muchas ganas de que vaya llegando gente nueva, de que abran la primera panadería, una farmacia... Creemos que va a ser un barrio joven y estamos realmente contentos", explica Paula Conde, hasta hace poco vecina de Huarte junto a su marido.

Otros que esperan deseosos la llegada de los nuevos vecinos son los comerciantes de la zona antigua del barrio. Javier González Xabigo, un clásico del viejo Soto de Lezkairu que en su día fabricó bicicletas para Induráin, Chiapucci o Rominger, considera que la reurbanización del barrio no les ha traído todo el trasiego de gente que esperaban. "Estuvimos cinco años con obras y mucha gente se ha olvidado de nosotros. La zona ha quedado ahora mucho mejor y las conexiones son buenas, pero esperábamos que viniera más gente. Muchos vienen a aparcar, aunque no se suelen quedar, quizá cuando lleguen los nuevos vecinos", explica. En la bajera de al lado, la cestería Garralda, Roncesvalles Gorraiz considera que aquellas obras tan duraderas han hecho mucho daño. "Al final, más allá de los cinco años de obras estuvimos casi un año totalmente vallados, se hizo con muy poco tacto, como si aquí no hubiese nadie. Hay gente que me pregunta si mi tienda sigue abierta... Durante las obras pensábamos que después del sacrificio todo iba a ir lanzado y no ha sido así de momento", explica sonriente aunque con un punto de resignación.

Ramón Ansoáin, de la empresa familiar Muebles Ansoáin, que hace cuatro meses convirtió en outlet la bajera que desde hace décadas tenían en el barrio, pone todas sus esperanzas en la progresiva consolidación del nuevo barrio. "Ahora está todo paradísimo, y eso que pensábamos que se iba a notar más la reurbanización. La única esperanza que nos queda y nos anima es que los nuevos vecinos vayan llegando poco a poco", comenta.

Por el momento, estos vecinos y comerciantes no han hecho más que empezar a escribir la historia del nuevo Lezkairu y está por ver si las expectativas de unos y otros se van cumpliendo a medida que el barrio se va llenando de vida.