pamplona - Bernardo Apesteguía e Iñaki Vergara son dos rochapeanos de casta aunque por "razones de vivienda" -ajenas al corazón- el primero viva ahora en la calle Navarrería y el segundo en Sarriguren junto a su mujer y su hijo. "Hacemos la vida en la Rocha... en la peña, en los bares, con los amigos...", dejan claro. Son dos pilares sólidos de la revista Ezkaba y, con ella, 22 años trabajando en la construcción del barrio. Iñaki entró de fotógrafo en 1993 cuando todavía había "más tierra que cemento" antes de la última oleada urbanística. Bernardo conoce la historia del barrio y sus luchas sociales desde que acompañaba a su padre a las manifestaciones por las mejoras laborales. "He sido uno de los pocos vecinos del barrio que he montado una barricada con mi padre", abunda. Nació en Santa Engracia, luego la familia se mudó a El Salvador. "Ahora falta trabajo y se recortan derechos, pero no es comparable la situación porque antes no había nada y tenías que reventar... Ahora la gente tiene el colchón de los padres, de la familia, unos recursos sociales, etcétera", abunda. Todavía mantiene en la retina imágenes como la de Marcelo Celayeta, desde Cuatro Vientos hasta Capuchinos "con 20 barricadas y varios contenedores ardiendo".
"Se reivindicaba todo, teníamos jornadas laborales de 48 horas, las condiciones del proletario eran ínfimas", expone. En 1973 se crea la primera asociación de vecinos (llegó a haber hasta cuatro) después de pasar la "criba" del Gobierno civil. En esa década se crean las primeras asociaciones de jóvenes, la suya.... Amante de la historia local sabe que el nombre de la Rocha viene de la torre de San Cernin que "daba" a este barrio. La torre estaba en la calle Santo Domingo de aquella ciudad amurallada en la parte que ahora ocupa el Museo de Navarra. Apesteguía conoce los hitos del devenir del barrio más antiguo de Pamplona, exceptuando el Casco Antiguo, fundado por los hortelanos, que trabajaban y vivían extramuros. Inicialmente se conocía como "Jus la Rocha" que en romance antiguo significaba "debajo de la Rocha, debajo de la roca". En 1795 se destruyó el barrio con motivo de la Guerra de la Convención porque "el rey mandó arrasarlo aunque finalmente los franceses no llegaron...", dejando a más de 2.000 personas sin vivienda. En 1860 la llegada del ferrocarril supuso la entrada de mano de obra inmigrante de otras comunidades, "con muchos ferroviarios castellanos". En los años sesenta la industrialización significó el gran boom de la inmigración y el barrio experimentó un nuevo crecimiento. A partir de 1995 se derriban los viejos edificios y se aborda un nuevo proceso de crecimiento todavía no concluso. Hoy es el barrio más poblado de Pamplona con cerca de 30.000 habitantes.
Iñaki tiene 39 años y en las últimas décadas ha retratado muchas historias, buenas y malas. Entró en el número 11 de la revista (hoy 213) y recuerda entre risas una portada en 2001 con una gran balsa en un solar de "la plaza roja", totalmente abandonado, donde se podía "hasta pescar". La foto-denuncia. Iñaki y Berni dan dos claves del "orgullo" que significa ser rochapeano. Por un lado, "hay un sentimiento de pertenencia a una ciudad pero a su vez pueblo", y por otro lado el hecho de haber sido un barrio obrero, hecho que ha unido a muchas generaciones. "Es difícil ir por la calle y no conocer a la gente porque has trabajado con muchos de ellos", subraya Berni, que trabaja como electricista siendo autónomo. La calle Joaquín Beunza, por ejemplo, fue sede de importantes empresas. No en vano Rochapea acogió Inabonos, Matesa, Perfil en Frío, Ingranasa, Frenos Iruña y "tantas otras". Iñaki todavía recuerda las pancartas para favorecer la salida de Caceco del casco urbano ante la fuerte polución que provocaba la empresa próxima al colegio. "Hemos sido un barrio peleón, en el tema de la droga se ha sido tajante o a favor de un centro de salud. Cada paso nos ha unido un poco más", abunda Iñaki, fotógrafo de profesión. Ahora el barrio continúa reivindicando dotaciones. Salieron a la calle para pedir más líneas para el colegio Patxi Larrainzar. Hoy demandan una oferta del modelo D en el ciclo del 0-3 años y la creación de un instituto.
Desde Ezkaba han sido también testigos del renacer de las fiestas del barrio en los años noventa. Berni asegura que la Rochapea también tiene la culpa de que el Casco Viejo celebre la Nochevieja con disfraces. "En los años setenta la juventud llenaba el antiguo barracón de los camineros, situado junto al campo de fútbol del Irati, para disfrazarse el 31 de diciembre, y subir después a lo Viejo; ahora nadie se acuerda...", explica Bernardo que está preparando un libro sobre la historia de las fiestas de Rochapea, que será prolongado por Iván Giménez, otro rochapeano y periodista vinculado a la revista. La revista reparte 9.500 ejemplares y sobrevive gracias a las aportaciones de voluntarios, colectivos sociales y el esfuerzo del pequeño comercio. "A veces no nos damos cuenta cuando vemos que detrás de una comparsa que, además de las más de 200 o 300 personas, hay alguien que se ha ocupado de organizarlo", apostillan.